Mujercitas

Capítulo XI

Al amanecer las hermanas encendieron su lámpara y con una solemnidad poco habitual leyeron sus Nuevos Testamentos. Mientras se vestían resolvieron despedirse alegremente  de mod0 que su madre iniciase el viaje sin preocupaciones ni lamentos.

Todo parecía diferente; era extraño desayunar tan temprano, hasta la cara de Hannah parecía rara con su gorr0 de dormir. Al aproximarse la hora la señora March dijo a las chicas:

—Hijas mías, quedan al cuidado de Hannah y bajo la protección del señor Laurence, quien las cuidará como si fueran sus hijas.  No me inquieto por ustedes; pero estoy deseando puedan sobrellevar bien esta pena. Continuad con vuestro trabajo, porque este es un consuelo bendito. Tened esperanzas y si algo sucede, piensen que no pueden quedar sin padre.

—Sí, mamá —contestaron a coro.

El ruido del coche que se aproximaba les hizo saltar. Fue un momento difícil para las chicas pero lo soportaron bien; aunque estaban tristes al enviar cariños a su papá, pensando que podría ser muy tarde para darlos, ninguna lloró. Abrazaron en silencio a su madre y trataron de agitar alegremente, las manos cuando se iba.

Llegaron para despedirse Laurie y su abuelo. El señor Brooke se veía tan fuerte, prudente y amable que lo apodaron "Gran Corazón".

—¡Adiós, hijas mías! Que Dios las bendiga —exclamó la señora March al besarlas una por una y apresurándose a subir al coche.

Al momento de partir alumbró el sol, mirando atrás, lo vio brillar con un buen signo sobre el grupo. Las chicas también lo vieron, se sonrieron y agitaron las manos.

—Estoy como si hubiera ocurrido un terremoto —exclamó Jo cuando sus amigos volvían a casa para el desayuno.

—Es como si se hubiera ido la mitad de la familia —expresó con tristeza Meg.

Beth quizo decir algo, pero no pudo más que indicar un montón de medias zurcidas, señalando que hasta los últimos instantes había pensado en ellas. Era algo pequeño pero las impresionó mucho y, a pesar de sus decisiones, las cuatro se pusieron a llorar.

Hannah tuvo el tino de dejarlas desahogarse y más tarde vin0 con una cafetera para darles ánimo.

—”Esperar y mantenerse ocupado”, esa es nuestra señal: veremos quien la recuerda mejor. Como de costumbre, iré donde tía March, me imagino el sermón que me espera —dijo Jo mientras bebía su café.

—Yo iré a lo de miss King; no obstante me gustaría quedarme en casa —respondió Meg.

—Beth y yo ordenaremos la casa —agregó Amy.

—Hannah nos dirá lo que podemos hacer y cuand0oregresen tendremos todo ordenado —añadió Beth.

Las noticias de su padre tranquilizaron a las chicas, porque la presencia de la enfermera más amorosa le había hecho bastante bien.

El señor Brooke todos los días enviaba noticias. Meg persistía en leer las cartas, que a medida que transcurría la semana eran más alegres. Al comienzo, todas deseaban escribir, y los sobres que echaban al buzón eran muy abultados. Como uno de ellos contenía cartas de todo el grupo, lo hemos hurtado para leerlas:

"Queridísima mamá":

Es imposible contarle la alegría que nos dio su última carta; eran tan buenas noticias, que no podíamos menos que llorar, y reír al leerlas.

¡Qué gentil es el señor Brooke y es una suerte que los negocios del señor Laurence lo detengan cerca de usted por un tiempo!

Las chicas son unos ángeles. Jo  ayuda con la costura y persiste en hacer los trabajos pesados. Me inquietaría que hiciese demasiado, pero sé que "esta disposición moral” no durará mucho.

Beth labora con la uniformidad de un reloj y no olvida lo que usted nos dijo. Amy me obedece y yo la cuido bastante. Ella misma se arregla el cabello, está aprendiendo a hacer ojales y a zurcir sus medias. El señor Laurence, como dice Jo,  nos cuida como una gallina a sus polluelos y Laurie es muy amable.  Él y Jo nos alientan en los momentos en que entristecemos y nos sentimos huérfanos estando usted tan lejos. Hahhah no regaña nunca y  me llama “señorita Margarteh”, lo cual está muy bien. Todos estamos deseando que vuelvan pronto.

Mi amor más cariñoso a papá, su hija que le quiere mucho, Meg".

Esta carta contrasta con la siguiente, escrita en una hoja grande, adornada con borrones y todo tipode agregados:

"Mi preciosa mamá":

¡Tres hurras por el el querido papá! Brooke fue un "hacha" telegrafiando de inmediato para que nos informáramos tan rápido como comenzó a mejorar.

Cuando llegó la carta corrí a la buhardilla, quise dar gracias a Dios, pero no podía hacer más que llorar y decir:

"¡Qué contenta estoy!" ¿Era esto tan bueno como una oración verdadera? Porque en mi corazón las repetía muchas veces. Nos pasan cosas muy divertidas, todo el mundo es tan bueno: es como si viviésemos en un nido de tórtolas ¡Cómo se reiría si viera a Meg sentada a la cabecera de la mesa tratando ser maternal! Las niñas son verdaderos ángeles y yo... jamás seré otra cosa. Por poco riño con Laurie. Se ofendió porque con franqueza le dije lo que pensaba de una tontera suya. Tenía razón, pero no debí hablarle como lo hice, se fue a su casa diciendo que si no le pedía perdón no volvería.

Al anochecer recordé lo que usted dijo cuando Amy se cayó al río. Leí mi librito y resolví no dejar ponerse el sol sobre mi enojo y corrí a casa de Laurie para decirle que me arrepentía.

En el jardín me encontré con él que venía a lo mismo. Nos pedimos perdón y nos sentimos contentos de nuevo. Ayer mientras ayudaba a Hannah a lavar la ropa, compuse un poema para divertir a papá.

Abrácelo de mi parte y usted reciba besos de su atolondrada Jo.

"Querida mamá":

Sólo me queda espacio para enviarle mi amor y unos pensamientos desecados de la planta que mantengo en casa para que papá la vea.

Luego, en la mañana, trato de ser buena durante el día y me duermo cantando el himno de papá.

Ahora no puedo cantar "País de los leales"; me hace llorar. Todos son muy amables. Debo parar pues Amy quiere el resto de la página.

Todos los días doy cuerda al reloj y ventilo las habitaciones. Besos a mi papá querido en la mejilla que él llama mía. ¡Regrese pronto! Su cariñosa hija, Beth.

"Ma chérie mamá":

Todas estamos muy bien; hago mis lecciones y no corroboro a las chicas. Meg dice que quiero decir contradecir, así que dejo las dos palabras y usted elegirá la más exacta. Laurie no me trata tan cortésmente como debiera, ahora que voy a cumplir trece años; me llama "pollita" y me ofende hablándome francés muy rápido cuando digo "merci o "bonjour", como hace Haltie King.

Meg puso mangas nuevas a mi vestido azul que estaban gastadas, pero no me quedan bien, pues son más azules que el vestido. Esto me molestó pero no me lamenté, porque sobrellevo bien mis penas, pero me agradaría que Hannah colocara más almidón a mis delantales, y que todos los días hiciera pastelitos. ¿Puede hacerlo? ¿No le parece que he escrito bien ese signo de interrogación? Meg dice que mi ortografía y puntuación son vergonzosas, pero, ¡pobre de mí!, tengo tanto que hacer, que no puedo pararme a pensar. Adiós. Montones de amor a papá.

Su hija cariñosa Amy Curtis March.

“Muy señora mía:

Sólo unas líneas para decirle que lo pasamos de primera. Las niñas son listas y hacen las cosas volando. La señorita Meg va a ser una verdadera ama de casa; tiene gusto y se pone al corriente de las cosas con una rapidez admirable. Jo las gana a todas en echar a trabajar, pero no se para a calcular primero, y usted no sabe lo que va a salir. Beth es una niña adorable y me ayuda mucho, es previsora y prudente. Quiere aprenderlo todo; va al mercado como una persona adulta y, con mi colaboración, lleva muy bien las cuentas.

Hasta el momento hemos estado muy económicas, les doy comestibles simples y buenos. Amy no se lamenta; se coloca sus mejores vestidos y come dulces. El señor Laurie es tan travieso como siempre, nos revuelve la casa, pero alegra a las chicas. El señor anciano nos envía muchas cosas, es algo pesado, pero lo hace con buenos deseos y no debo decir nada. Tengo que acabar porque la masa está subiendo. Envío mis respetos al señor March y  deseos que se haya repuesto.

Su servidora Hannah Mullet.”

"Señora enfermera principal de la sala II:

En Rappahanock todo está tranquilo; los soldados, en perfectas condiciones; la intendencia, bien dirigida; la guardia doméstica, bajo el coronel Teddy, siempre en servicio; el ejército es controlado diariamente por el comandante en jefe, general

Laurence. El sargento Mullet mantiene el orden en el campamento y el comandante León está en guardia por la noche. Al recibirse las noticias de Washington se hizo una salva de veinticuatro cañonazos. El capitán general envía sus mejores deseos, a los cuales se unen los del Coronel Teddy .

"Muy señora mía":

Las muchachitas están muy bien; Beth y mi nieto me dan noticias todos los días; Hannah es una criada excelente; mantiene a Meg como un dragón. Me alegro que continúe el buen tiempo; no dude en utilizar los servicios de Brooke; gire sobre mi cuenta la cantidad necesaria si sus gastos superan los calculados. No permita que a su esposo le falte algo. Gracias a Dios va mejorando.

Su servidor y sincero amigo

James Laurence.

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