El último mohicano

Introducción

Los lugares geográficos donde transcurre este relato, deberían proveer de la necesaria información al lector. Sin embargo, ante tal profusión de nombres, razas y tribus, conviene dar algunas explicaciones.

Se cree que los aborígenes de América proceden de Asia. Hay hechos que lo corroboran. Cree el autor que el color del indio le es peculiar, y mientras sus pómulos muestran un notable indicio de origen tártaro, con sus ojos no sucede lo mismo. El clima puede haber ejercido gran influencia en el color, pero es difícil explicar cómo hubiera podido producirse la fundamental diferencia de los ojos.

La fantasía imaginativa del indio es oriental. Saca sus metáforas de las nubes, de las estaciones, de los pájaros, de los animales y del mundo vegetal. Su lenguaje posee tal riqueza, que expresa una frase con una sola palabra, y mediante una sola sílaba altera el sentido de toda una oración. Da diferentes significados por medio de las más simples inflexiones de la voz.

Los filólogos han dicho que entre todas las numerosas tribus que ocupan el territorio que constituye hoy los Estados Unidos no hay más de dos o tres lenguas. Atribuyen a los dialectos y a la corrupción del idioma la dificultad que tienen las tribus para entenderse entre sí. De aquí han surgido el gran obstáculo que existe para conocer su historia y gran parte de la incertidumbre acerca de sus tradiciones.

En gran medida, los hombres blancos han contribuido a que sean tan oscuras las tradiciones de los aborígenes.

En estas páginas, los lenni-lenapes, lenapes, delawares y los mohicanos designan a un mismo pueblo o a tribus del mismo tronco.

Los maguas, los mingos y los iroqueses, aunque no son exactamente los mismos, suelen ser identificados como tales por estar políticamente confederados y ser los enemigos de los nombrados más arriba. Mingo era un término despectivo y de reproche, como también magua, aunque en menor grado.

Los mohicanos eran los señores de las primeras tierras ocupadas por los europeos en esta parte del continente. Por lo tanto, fueron los primeros en ser despojados de ellas. Los sorprendió el inevitable destino de todos estos pueblos, condenados a desaparecer ante el avance de la civilización.

La región donde transcurre este relato ha sufrido pocos cambios desde que tuvieron lugar los hechos históricos aquí reseñados; hay caminos que cruzan los bosques sin senderos, que Ojo de Halcón y sus amigos se vieron obligados a recorrer.

De todas las tribus mencionadas en esta narración no quedan más que unos pocos oneidas semicivilizados, en las tierras que les fueron asignadas en el Estado de Nueva York. El resto ha desaparecido.

Por último, conviene aclarar que el lago Horican es el lago Jorge. El nombre usado en esta obra se extrajo de una tribu de indios llamados los "horigans", que habitaban en las cercanías del hermoso lago.

Fenimore Cooper

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