Hernán Díaz Arrieta (Alone)

Hernán Díaz Arrieta, Alone, nació el 11 de mayo de 1891 en Santiago. Fue el undécimo y penúltimo hijo del matrimonio entre Teresa Arrieta Cañas y Francisco de Paula Díaz Rodríguez. Ella era una tímida dueña de casa dedicada al cuidado de sus hijos, y él un agricultor de clase media que tenía a su cargo el fundo de un pariente en Campusano, Aculeo, donde Hernán vivió hasta los doce años.La familia Díaz Arrieta se encontraba casi al borde la ruina, ya que, según contó después Alone, su padre huía de la riqueza tanto como la riqueza huía de él: "Todo provenía de la honradez, virtud muy castigada que engendra casi siempre la pobreza y de la cual la riqueza procede rara vez.

Alone no da cifras ni datos exactos sobre la magnitud de la precaria condición de su familia, pero con ironía relata: "In illo tempore, nuestra pobreza tocaba límites heroicos. Unos tras otros se habían ido cerrando los caminos que debían conducirnos a una maravillosa opulencia; pero la activa imaginación de mi padre no se desalentaba. A diferencia de mi madre, más vasca y positiva, él se inclinaba del lado de los sueños. La declinación de nuestra fortuna había llegado a hacerse proverbial en la familia; pero la comentábamos sin acritud ni reproches, casi como un título y hasta una honra".

En todo caso, los Díaz Arrieta ni siquiera tenían un fundo de su propiedad.

Pese a su pobreza, Alone no paraba de jactarse de que sólo sangre europea, vasca y castellana, corriera por sus venas. Vivió siempre con una obsesión casi patológica por la aristocracia, lo que lo llevó incluso a cegarse en sus juicios literarios.

Hernán Díaz nunca asistió a la Escuela Primaria. Su infancia estuvo llena de los pasatiempos campesinos, y en esa época su actividad preferida era montar a caballo. Sin que su familia fuera excepcionalmente culta, de todos modos sus padres eran aficionados a la literatura, especialmente a los libros de historia o de viajes y a los romances de Walter Scott, que traducían a sus hijos para entretenerlos.

Todo cambió para Alone la primera vez que tomó un libro en sus manos: ese gesto se convirtió para él en un acontecimiento vital. Su hermana mayor le enseñó a leer y desde entonces su vida estuvo consagrada a la literatura, que el crítico llamaba el "vicio impune", recordando el término usado por el escritor Valery Larbaud. Años después, Alone descubriría que la lectura no era un vicio libre de castigo, porque "fatiga los ojos, el espíritu se cansa y el lector convertido en una creatura aparte, en un solitario que huye de las muchedumbres, va poco a poco deslizándose del lado de los sueños" .

Desde entonces Alone se consagró a los libros de tiempo completo, primero como escritor y luego como crítico literario. Esto no fue muy bien visto por su familia:

"Mi precoz tendencia a la lectura, aún sin prever su consecuencia, el amor a la escritura, inspiraba en mi casa ideas siniestras. De ahí, por esa senda, sólo podían venir en cortejo encadenado: la ruina, la irreligión, el descrédito, la pérdida de la fe y de las buenas costumbres y, como funesto corolario, la siutiquería. Todos los medios imaginables se pusieron en obra para impedírmela: vigilancia, asechanzas, prohibiciones, persecuciones, amenazas, gritos, golpes. La palabra literato que se pronunciaba frunciendo mucho los labios, contraponíase con violencia a la de persona decente y hasta implicaba, junto con la ridiculez y cierto descuido, una indumentaria roñosa y el delito de pedir plata prestada o pegar sablazos.

Yo no lo discutía. Pero, ¿quién escapa a su destino?" .

Aladino y la lámpara maravillosa

Al llegar a Santiago, Alone entró al Seminario de Santiago con una beca que don Blas Caña había dejado para su familia. De su paso por ese colegio guarda los peores recuerdos, incluso una vez dijo: "Dentro de un siglo, en quién sabe qué planeta o qué reencarnación, todavía respiraré, porque `No estoy en el Seminario'. Gran felicidad".

Al parecer, fue demasiado el contraste entre su vida campesina y ese lugar que Alone describía como una cárcel que, contrario a él, la mayoría visitaba con la intención de convertirse en sacerdote. Para su fortuna sólo cursó hasta Primero de Humanidades, porque luego ingresó al Instituto Comercial, donde estuvo apenas un año, y más tarde a la Escuela Dental por seis meses.

Un verdadero rito iniciático es el que describe a propósito de su primera visita a la Biblioteca Nacional, que quedaba en Compañía esquina Bandera, cuando tenía apenas  trece años. Alone no tenía plata para ir a teatros ni a paseos, tampoco para comprarse libros, por lo que decidió ir a ese lugar en el que, según le habían contado, con sólo pronunciar una palabra se recibía un libro prestado. Su vértigo fue inmenso cuando dijo: "Las treces noches de Juanita", de Paul de Kock, y el funcionario le entregó el libro de sus sueños. Cuenta que se sintió como Aladino, que con sólo frotar su lámpara cumplía todos sus deseos.

Desde entonces las visitas a la Biblioteca Nacional se hicieron frecuentes y también los libros que pedía prestados para llevarse a casa gracias a la sección "Lectura a Domicilio". Después de todo lo leído se quedó con los tres grandes amores de su infancia: Taine, Renan y Saint-Beuve.

Si a Alone los libros no le "secaron el cerebro" como al Quijote de Cervantes, sí se convirtieron en la droga más poderosa que podría haber consumido: "Mirar fijamente un papel surcado por hileras de signos, parecidos a arañas; quedarse inmóvil, ajeno a las circunstancias exteriores, como absorto y, sin mayor motivo, oír que extrañas voces suenan, ver desfilar figuras, aquí una pareja abrazándose, allá otra que también parece luchar; divisar un fondo de calles, de campos, de avenidas y árboles lejanos y sonreír al espectáculo, estremecerse contemplándolo, sentir furia, terror, o los más dulces y tiernos sentimientos, he ahí algo que, sin estar advertido, podría tomarse como un rapto de locura, una operación de magia o el efecto de las drogas alucinantes. Pero le aplican un nombre: leer".

Alone combinaba los estudios con esta obsesión por los libros y, desde muy joven, con el trabajo. A los catorce años un primo político que era Subsecretario de Justicia le consiguió un empleo público, para que trabajara en las tardes, dos horas diarias. Alone aceptó por el sueldo de 66 pesos y 60 centavos que iba a recibir, y entonces se convirtió en el Escribiente Tercero de la Segunda Inspección del Registro Civil. Él, que toda su vida fue un solterón empedernido, se dedicó durante veinticinco años a casar parejas, hasta que jubiló en 1931 cuando se había convertido en el Director del Registro y trabaja jornadas completas en su puesto.

El destino quiso que, justo con su entrada a la institución, las actas se empezaran a escribir a máquina, por lo que Alone se familiarizó con las famosas "Underwood". Otra jugada del destino fue que su jefe, don Carlos Luis Hübner, era un escritor e ilustre periodista que motivó a Alone a escribir. Además, su hijo Jorge Hübner había sido amigo de Alone en el Seminario, y luego mantuvo con él una relación epistolar. Entre carta y carta Jorge, que seguía en el Seminario, le enseñó las primeras reglas de la escritura..

La primera novela de Alone fue una melosa historia de dos amantes desdichados, que cuando estuvo terminada le pareció tan siútica a su autor, que terminó quemándola. Entonces Alone pensó en la crítica, y empezó a llevar una cuenta de los espectáculos que veía.

Con todo, Alone le fue dedicando cada vez menos tiempo a los estudios, hasta que fue expulsado del Instituto Comercial. Su salida se produjo cuando, en un examen de contabilidad, Alone dio una respuesta inapropiada, que al escribir sus memorias no pudo recordar. Lo que sí recuerda es lo que le contestó el examinador: "Yo también tengo un tío que toca la flauta" .

Su suerte no fue muy distinta en la Escuela Dental, a la que entró presionado por sus padres. Cuando apenas llevaba un semestre estudiando, sus aspiraciones de convertirse en dentista se vieron sepultadas en una escena dantesca.

Necesitaba una cabeza humana para practicar, por lo que, junto a su amigo Félix Sanfuentes, se consiguió el cadáver de un anciano. Era un muerto completo, de arriba a abajo, pero ellos sólo necesitaban la cabeza. Se citaron un día para decapitarlo, mediante serrucho y bisturí. Pero la tarea no fue fácil. El viejo resistió obstinadamente, hasta que Félix Sanfuentes puso una rodilla sobre el pecho del muerto y lo tiró de la cabeza, con lo que se cortaron las últimas cuerdas cervicales. La misión no terminó con el viejo degollado, después hubo que partirlo en dos: media mandíbula para cada alumno. Tras horas de trabajo Alone se percató de que el anciano no era el único decapitado: junto a él se había partido su obediencia y la posibilidad de dedicarse a cualquier cosa que no fuera la literatura.

Años más tarde dijo: "Casarse por interés con una mujer desagradable es tan absurdo como seguir, por razones económicas, una vocación que no se ama: se vende, para conseguir la dicha, la misma dicha que se quería conseguir" .

Sus experiencias educacionales llevaron a Alone a tener el firme convencimiento de que lo mejor es ser autodidacto, como de hecho lo fue. Cuando niño había soñado con una escuela superior de "bellas letras", con una academia o instituto donde un escritor pudiera formarse. Después se dio cuenta de que, a pesar del tiempo perdido en lecturas inútiles, aprender solo tenía la ventaja de jamás padecer la "deformación profesional del pedagogo": "Como nunca he tenido un título de nada y ningún certificado de sabiduría me ha inspirado la ilusión de conocer completamente algo, siempre me siento aprendiz y estoy empezando a estudiar; las cosas, por tanto, me interesan prodigiosamente, todas las cosas, y me toman de nuevo, me sorprenden, me atraen". Esta profunda inquietud que le producían las cosas lo llevó incluso a hacer un curso de hipnotismo por correspondencia desde los Estados Unidos, en el "New York Institute of Science", del profesor Le Sage, que le significó la obtención del diploma de "Doctor en Ciencias Hipnóticas".

Tras la huella de Omer Emeth

En 1909 apareció la primera publicación de Alone: un cuento en la revista "Corre-Vuela", hija secundaria de "Zig-Zag". Ese mismo año publicó su primer libro, escrito junto a Jorge Hübner. Se llamó "Prosa y verso", la prosa a cargo de Díaz y el verso a cargo de Hübner. Se imprimieron mil ejemplares; sólo nueve fueron vendidos.

Alone se convirtió en colaborador de "Corre-Vuela" y, cuando su director Roberto Alarcón fue ascendido a la dirección de "Zig-Zag", él ascendió también. También colaboró en otras revistas como "Selecta", dirigida por Luis Orrego Luco, el autor de "Casa Grande", además de trabajar esporádicamente en otras publicaciones. Por este mismo tiempo ingresó a la redacción de "El Diario Ilustrado", donde sus escritos consistían en sueltos de redacción, a diez pesos cada uno, y en reportajes a quince pesos. Escribía sobre asilos, monjas e Instituciones de Beneficencia.

En 1912, en una excursión a Las Cruces con el propósito de conocer el mar, Alone entró a una casa que era una especie de castillo. Ahí conoció a don Alfredo Barros Erráruriz, y cuando terminó su visita Hernán Díaz ya se había convertido en el secretario de redacción de "La Unión", un diario eclesiástico.

Alone -católico y anticomunista- no tuvo problemas con trabajar en una publicación de iglesia. Ahí consiguió una página semanal, íntegra y sin avisos, para escribir de literatura, como lo hacía Omer Emeth, su admirado crítico de "El Mercurio". Los lunes, un día "muerto" de noticias, aparecían los artículos de Alone sobre Joaquín Edwards Bello, Pedro Prado, Vicente Huidobro, y los otros intelectuales de la época, y recibía por este trabajo 150 pesos al mes: "No eran críticas literarias; lo declaré desde el primer instante; eran simples impresiones del lector, comentarios como los que puede hacer cualquiera a propósito de una obra que le ha gustado o disgustado cuando conversa con un amigo".

Pero la pluma de Alone ya en esa época estaba cargada de ironía. Una sarcástica alusión a Josefa Smith y su hija María, dos aristócratas damas, hizo que el arzobispo González Eyzaguirre lo echara del diario en 1913. Desde entonces el clero se convirtió en una de las víctimas de Alone, quien no perdía oportunidad para subrayar los defectos de la Iglesia.

La salida de "La Unión" provocó una disminución en sus ingresos económicos, pero siguió como colaborador de "Zig-Zag", "El Diario Ilustrado", "Sucesos" y "Pluma y Lápiz", en las que escribía de literatura y también de temas misceláneos. En 1914 continúa su labor de crítica literaria en la revista "Pacífico Magazine", de Alberto Edwards.

En 1921, gracias a la ayuda de su gran amiga Iris - Inés Echeverría Larraín- se convirtió en el crítico literario de "La Nación", cargó que ocuparía hasta 1938, cuando fue expulsado por el gobierno del Frente Popular, contrario a sus ideas políticas. También había comenzado a colaborar, desde 1924, en la revista "Atenea", de la Universidad de Concepción. "El Mercurio" no tardó en llamarlo para que ingresara a sus filas luego de su expulsión de "La Nación", de las que fue miembro hasta su retiro, poco años antes de morir en 1984, enfermo pero totalmente lúcido.

Otro hito importante de su carrera fue la obtención, en 1959, del Premio Nacional de Literatura, hecho que causó polémica por ser otorgado a un crítico y no a un creador puro. Por ejemplo, inmediatamente después de su nombramiento apareció en la revista literaria de la Sociedad de Escritores un artículo diciendo: "Señor Alone: ahora escribirá usted algo". Como Hernán no solía quedarse indiferente frente a los ataques, contestó: "El crítico, según el juicio de una vasta mayoría, no es un escritor sino algo así como un subproducto de los escritores, una excrecencia que les sale al margen, especie de parásito que se alimenta de los grandes árboles, sin desdeñar las pequeñas flores... Y lo grave, lo serio, también lo cómico, lo ridículo, es que en el fondo no les falta cierta dosis de razón".

Esta quieta repuesta deriva de que a Alone no le interesaban los reconocimientos, y además tenía una pésima opinión del Premio Nacional de Literatura. Años antes de recibirlo, y cuando ya se daba su nombre entre los posibles candidatos, había dicho: "Desearía eliminarme de este concurso anual y obligatorio. No me gusta. Lo hallo desagradable y un poco deprimente. ¿Qué significa esa carrera de animales en la cancha?" .

Otros reconocimientos recibidos por Alone fueron ingresar, en 1976, a la Academia Chilena de la Lengua y a la de Historia, y recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile. En resumen, se había convertido en el sucesor de su maestro Omer Emeth y lo había superado con creces.

Alone, Pedro Selva, Uno, Oliver Brand...

Hernán Díaz Arrieta fue y será para siempre en la historia de la literatura, un crítico literario. Pero ejerció el periodismo en distintas áreas y además de trabajar en los medios nombrados, fue colaborador esporádico de la revista "PEC" y del diario "El Imparcial". Por eso Alone es sólo uno de los seudónimos que usó, aunque el más importante. Se lo tomó a Shade, el amor platónico de su juventud. Según él mismo Díaz, Alone "no corresponde a nombre y apellido sino a un vocablo de alcance significativo, un `traducible' a conceptos: solitario y avizor, respectivamente". Lo de solitario, por su manía de mantener siempre la distancia frente a personas y agrupaciones y, lo de avizor, porque para él el crítico debía tener un ojo atento a descifrar lo que la obra es.

Su amor por la soledad se manifestaba en sus pocos amigos, su carácter hosco y su repulsión a las visitas y a las entrevistas. Cuando recibió el Premio Nacional de Literatura huyó de Santiago y se refugió en el fundo de su amiga Dolores "Lolo" Echeverría, aunque lo único que consiguió fue que igual se escribiera sobre él y que más encima se corriera el rumor de su próximo matrimonio con la dama.

La soledad de Alone también lo llevó firmar como Pedro Selva, tomado del nombre de Pedro León Gallo pero retirándolo de la muchedumbre: "Pedro Gallo, Pedro León Gallo. No, preferí Selva, que hace retirarse a Pedro a la soledad, lo convierte casi en algo así como Pedro, el Ermitaño, un hombre del desierto o, mejor, del bosque, de la naturaleza virgen" .

Otros seudónimos usados por Hernán Díaz fueron Alba Serena, Nanreh de Zaid, Ariel, Azrael, Ever, Oliver Brand, Raro, Uno, Nadie, Otro, Par, entre otros, además de las veces que firmaba con su nombre o sus iniciales. El de Uno puede tener una importancia especial sobre los otros, ya que con él firmó las críticas de cine que escribió en "Zig-Zag" entre 1945 y 1947, comentarios que fueron fielmente seguidos y comentados por el público.

De todos modos, Alone, el seudónimo que usó por primera vez en "Pluma y Lápiz" en 1913 (parece ser que otra persona lo usó una vez en 1895, lo que llevó a algunas a afirmar que Alone hizo su primera crítica a los cuatro años, según el propio crítico contó en una entrevista), es el más recordado y el que lograba una identificación perfecta con el crítico. El resto eran nombres azarosos, que se ponía según la circunstancia y a los que Hernán no les daba mayor importancia.

La Sombra Inquieta

Cuando Alone y Jorge Hübner escribieron "Prosa y Verso", decidieron llevarle un ejemplar a la escritora Mariana Cox-Stüven, que usaba el seudónimo de Shade. Ahí empezó un largo y platónico amor entre Alone y Shade.

Hernán Díaz tenía dieciocho años y Mariana, cuarenta. Además de la diferencia de edad, Shade estaba casada, y si había obviado todos los prejuicios aristocráticos que le impedían ser una escritora, no estaba dispuesta a hacer lo mismo con los que le impedían tener un joven amante. Pero se convirtieron en grandes amigos y compañeros de la tertulia intelectual que se celebraba en la casa de Mariana. Ella, al igual que la aristócrata y adinerada Dolores Echeverría, abrió su casa a Alone, quien presidía las reuniones organizadas por ambas en sus respectivos salones para hablar de literatura, filosofía, religión, etc.

Alone y Shade se amaron platónicamente, sin llegar a tener ningún contacto físico. Fue una relación compleja, en la que el amor se mezclaba con la admiración, desde ambos lados. Mariana se fue a Europa y mantuvo con Hernán una relación por carta hasta que murió en 1914, poco después de su regreso a Chile. Del sufrimiento por su pérdida nació "La sombra inquieta", la única novela escrita por Alone, donde ya anuncia que permanecerá en una especie de duelo crónico. Su relación con Shade lo marcó tanto que incluso de ella tomó el seudónimo que lo acompañaría durante toda su vida y algunos de sus gestos, que trataba de imitar.

Poco se sabe de otros romances del escritor, sobre todo por la extrema reserva con la que Alone hablaba de sí mismo en las entrevistas. Nunca se casó pero, según Edmundo Concha, su amigo más íntimo, tuvo innumerables amantes casuales, todas aristócratas. Una de las más conocidas es Virginia Cox Balmaceda, madre de Pablo Huneus, con la que mantuvo una relación intensa, aunque ella era muchísimo menor que él. Justamente la diferencia de edad habría sido la causa de la ruptura. Así se desprende del libro "Cartas de Alone a una mujer desconocida", un personaje que Virginia inventó al publicar las cartas que intercambió con Hernán. En una de ellas le decía: "Acabo de mirarme al espejo: estoy espantoso. ¡Qué cara de Juez del Crimen, qué dos arrugas o fosas a cada lado, qué expresión!". Y en otra: "Tengo mil años, dése cuenta. No veinte, ni treinta, ni siquiera cincuenta, ¡Mil! Y luego serán mil y uno. ¡Qué tonta es usted!" . Alone era vanidoso hasta la enfermedad y le tenía un horror inmenso a la muerte.

A Alone le encantaba presumir de su condición de soltero, y declaraba que el amor tenía la cualidad intrínseca de no poder realizarse jamás en forma perfecta. Decía que jamás se le pasó por la mente casarse, porque tenía una pésima opinión del matrimonio. Según él, la soltería era un estado con "todas las ventajas del matrimonio, pero sin ninguno de sus inconvenientes". A Alone tampoco le gustaban los niños.

Pero lo ambiguo y contradictorio eran algunos de los rasgos capitales de Alone. Edmundo Concha, y otros que lo conocieron, concuerdan en que era una persona tímida, casi acomplejada, que tomaba a la soledad como una opción pero también como una defensa, que le impedía tener una pareja estable. Esa paradoja se resume en una de sus frases recurrentes: "Me gusta la soledad: siempre que haya alguien a quien decírselo".

Bastante se ha dicho también sobre la supuesta homosexualidad de Alone. En su obra, al menos, no dejó ninguna pista sobre ella. Imposible, si lo que más le gustaba era teñirse siempre de misterio. En cambio Enrique Lafourcade que sin ser amigo de Alone estuvo cerca de él por sus actividades literarias , señala a los amantes con nombre y apellido: "Augusto d'Halmar, Benjamín Subercaseaux y toda una corte de rotos, que, extrañamente en él, eran los que más le gustaban. Juan Donoso Machuca, que murió hace poco, era un pelusa bien popular, que se lo peloteaban aunque no era muy buenmozo. Benjamín Subercaseaux lo tuvo bajo su ala protectora; Alone se lo levantó y se lo llevó de chofer. Después otro se lo levantó a él. Donoso era el que más sabía de la vida secreta de Alone".

Mariano Latorre, quien mantuvo por décadas una polémica literaria con Alone, se burlaba de su homosexualidad y le dedicó un poema, que termina con el siguiente soneto: "Sólo un camino hay para ser feliz, el recto". Alone, menos ofensivo, le contestó con una crónica en la que lo halaga por su elegancia, pero lo acusa de ser hediondo de pies.

"¿Y estos son los Champs Elyseés?"

Alone amaba la literatura francesa, por lo que siempre quiso viajar a París. Cuando lo hizo, sufrió una decepción. Edmundo Concha cuenta que en una carta Alone le dijo: "Estoy sentado aquí, en París, pensando ¿Y éstos son los Champs Elyseés?". Luego escribiría: "Solo. He usado y aún abusado de esta palabra, miles de veces la he escrito en miles y millones de ejemplares de diarios, revistas y libros. En realidad, nunca la había entendido. Ahora sí".

Lo que sí disfrutó fue su segundo viaje a Europa, cuando vivió por un tiempo en la casa de Gabriela Mistral en Nápoles, su gran amiga y admirada poetisa. Pero la soledad volvería a sentirla en todas sus visitas al extranjero, ocho en total (Francia, España, Italia, México, Nueva York, Puerto Rico, República Dominicana, Argentina), siempre invitado como crítico o escritor.

Un hidalgo arruinado

Alone se distinguía por ser elegante y fino, como un verdadero "dandy" inglés. Sólo usaba ternos europeos y su físico le ayudaba a exhibir la imagen de un verdadero caballero: alto, delgado, de frente amplia y mirada penetrante. Pulcramente vestido, caminaba en línea recta sin mirar nunca a los lados, casi como un sonámbulo.

Tanto refinamiento no iba acompañado de una billetera que le permitiera darse todos los lujos que hubiera querido. Ya se ha dicho que su familia era de clase media, y él mismo nunca fue un hombre adinerado. Vivía del empleo ¾ ¾ del Registro Civil, y de las colaboraciones en diarios y revistas, que aparecían sólo una vez por semana.

De todos modos, Alone nunca renunció a una vida palaciega. Famosa era su camioneta Kleinbus pintada de rojo, a la que quitó los asientos y convirtió en una especie de bus-cama, en el que salía a recorrer Santiago y sus alrededores. Como se negaba a conducir, el llamado "salón rojo" era manejado por un chofer. Antes de esta camioneta había tenido una citroneta, que también era conducida por un empleado. Una citroneta con chofer al volante y un caballero con sombrero vestido de negro en el asiento de atrás: la imagen perfecta de un hidalgo arruinado.

Con ahorros y privaciones Alone logró cumplir algunos de sus excéntricos sueños. Vivió toda su vida en una casa en Beauchef 1035 (un verdadero castillo que se quemó en 1977 ante un Alone impávido: "Era una especie de Nerón doméstico y reducido, que había celebrado una fiesta", diría años más tarde Carlos Ruiz Tagle ), pero como amaba la naturaleza casi tanto como los libros, se construyó una casa en Cartagena, la "Villa Diego", y compró una motocicleta para viajar hasta ella. También compró una propiedad en Piedra Roja, que en ese tiempo era un sector rural. Allí se construyó tres casas diseñadas por él mismo Alone era un fanático de la arquitectura y un puente inútil para pasear entre ellas. Con todo, logró tener una situación holgada, aunque jamás a la altura de su amada aristocracia. Sólo en los últimos años de su vida disfrutó de una vida acomodada, producto del reajuste del Premio Nacional de Literatura.

Respecto a su propiedad en Piedra Roja, una vez Luis Sánchez Latorre le preguntó la razón de las tres casas, que compartía con sus amigos. "Es para sentirme menos solo", contestó Alone. Una manifestación más de sus eternas paradojas.

A lo de contradictorio hay que sumarle el carácter misterioso que siempre rodeó a Hernán. De pocos amigos, se explotaba una imagen distante, oscura, un poco maldita. De los cientos de personas que iban a dejarle libros a su buzón en Beauchef con la esperanza de que los comentara, o que directamente tocaban el timbre, recibió a muy pocos. Una vez declaró: "Me encantan las puertas secretas, las cortinas pesadas y las alfombras espesas". El mismo se convirtió en una puerta secreta y, como sus últimos años los pasó encerrado para que nadie lo viera viejo y deteriorado, en una especie de mito. Su desdén aristocrático, su temperamento acentuado por su vestir oscuro, su devoción a pocas amistades, lo rodearon de una leyenda.

Por lo polémico también se conoció a Alone. Pero esta fama se la ganó por su tarea de crítico, bastante ingrata a veces, y no por su personalidad ni por su anticomunismo, a pesar de que en los años sesenta escribió sobre política. El general Pinochet le mandó aduladoras cartas, al igual que el resto de la Junta Militar, al mismo tiempo en que Neruda le escribía con el encabezado de "Compañero Alone". Es que de Alone se podía esperar cualquier cosa.

A qué le escribía Alone

Alone se consideraba un perfecto hedonista. Decía que sus motivaciones para escribir eran la vanidad y el no servir para nada más, junto con el confeso secreto de ser un escritor frustrado. Además, hacía una analogía entre la crítica y el amor: ambos son pasiones que deben compartirse. Solía decir que "el placer es santo", y ese placer él lo encontraba en hablar y comentar lo que leía.

Por otro lado, veía en la imprenta el mejor medio para convertirse en un inmortal, tema que lo atormentó durante toda su vida. La describía como "un prodigioso instrumento, que permite al solitario más desconocido entrar en las casas cerradas, por debajo de la puerta, ir, con invisibles alas, hasta los sitios más distantes, entrar en las reuniones de familia, en el club, en el tren, y, dotado del don de la inmortalidad, flotar en el aire y permanecer todavía sobre la tierra cuando el que escribió hace ya largo tiempo está reducido a polvo" .

La obra de Alone está cruzada por completo por estas motivaciones. Su profesión no obedecía a ningún afán teórico ni erudito: sólo escribía desde sus gustos y sus obsesiones personales, y eso se traduce en su subjetivismo o impresionismo crítico.

La crítica impresionista

Las ideas enunciadas antes forman una teoría de la crítica que Alone trajo a Chile, tomando ciertas ideas extranjeras. Su referente se encuentra en Oscar Wilde, Saint Beuve y, fundamentalmente, en Anatole France.

Del primero, Alone tomó su idea de la crítica como obra de arte tanto o más superior que el arte mismo, y del segundo, el unir siempre vida y obra, para que la crítica fuera el modo de expresar una visión de mundo. Además, a Hernán le maravillaba la independencia de Saint- Beuve, muy de acuerdo con su propia idea de que el crítico no debía casarse ni en amor ni en ideas, ni tampoco tener muchos amigos, para que nada hiciera al público predecir lo que iba a leer.

De Anatole France, por su parte, se apropió de prácticamente toda su teoría estética: "El buen crítico es el que cuenta las aventuras de su alma en medio de las obras maestras... La verdad es que no salimos nunca de nosotros mismos... Vivimos encerrados en nuestra propia persona como una prisión perpetua. Lo mejor que podemos hacer es, me parece, reconocer sin protestar esa horrible condición y confesar que hablamos de nosotros mismos cada vez que tenemos la energía de callarnos. Para ser franco, el crítico debe decir: 'Señores, voy a hablar de mí mismo a propósito de Shakespeare, a propósito de Racine o de Pascal, o de Goethe. Es una bella oportunidad'.” Esa frase es tal vez la que mejor resume la obra de Alone.

Tomando estas ideas, Alone postulaba que no existía la objetividad en su oficio: "La crítica ideal es la crítica objetiva, científica, experimental. Por desgracia, no existe. El sólo hecho de comentar un libro y no otro indica ya una preferencia de orden subjetivo". Solía decir, también, que el papel de la crítica es secundario, y que él mismo no debería haber cumplido el rol de juez que el público le asignó: "No creo en el valor trascendental de la crítica, ni imagino que pueda hacer y deshacer escritores. Su influjo sobre éstos me parece limitado, y en cuanto al público, está siempre generosamente dispuesto a olvidar el día lunes lo que leyó el domingo. Lo demás son ilusiones". Alone incluso llegó a afirmar: "La crítica en el fondo es el crítico".

De la teoría del papel

Llevado a la práctica, el subjetivismo crítico implicaba que las crónicas de Alone hablaban de él tanto como del autor criticado, y que el espacio destinado a cada libro que comentaba variaba enormemente. Alone a veces escribía, reflexionando casi filosóficamente, una gran cantidad de líneas, y otras veces apenas un párrafo.

He incluido aquí algunos ejemplos de crónicas:

La primera crónica apareció en “El Mercurio” el 7 de diciembre de 1958; la segunda en Zig- Zag en una fecha no precisada (se encuentra en el sobre Alone de referencias críticas). Su extrema desproporción no tiene nada que ver con el espacio asignado a Alone en cada una de estas publicaciones, ya que era bastante similar. Hernán tenía su sitio para escribir y lo llenaba con el comentario de uno, dos, tres, cuatro o cinco libros, según lo que quisiera escribir. No tenía una forma definida, ya que una vez más todo dependía de sus gustos.

¿Cómo reaccionaba el público frente a esta forma de ejercer la crítica? Con frecuentes cartas a los medios de comunicación, defendiendo o alabando a Alone. Esta discusión, por ejemplo, tuvo lugar en diciembre de 1982, apenas un par de años antes de la muerte de Alone:

Leer o no leer

La polémica que generaba a Alone no se limitaba a su forma de ejercer la crítica. Bastante se ha hablado sobre el hecho de que no leía los libros que criticaba, y este leer o no leer dio origen a varias discusiones, que él terminaba siempre con la misma frase provocadora: para saber si un vino está añejo, basta tomarse un vasito y no es necesario tomarse el barril completo. Más extensamente, declaró una vez:

"Con los libros malos (me aburro), inmediatamente; con los buenos, nunca; querría que no terminaran, constituyen la alegría de mi vida. Por eso despacho a unos lo más rápido posible y entrego el mayor tiempo a los demás... Si leyera todos los libros nacionales que me mandan, ya no existiría. Y no es necesario. Cada obra pertenece a una serie, tiene su aire de familia, marca cierto paso que se reconoce. Cuando se tiene alguna experiencia, hojearlos basta. Pero los autores son implacables: me recuerdan mi niñez; entonces se usaba el aceite de palmacristi, que venía en unos frasquitos azules y se bebía con cerveza. También había que tomárselo todo o si no, no hacía efecto. Cuando los doctores de la ley me condenan, porque sólo pruebo sus brebajes, oigo el 'tómeselo todo hijito' de aquellos años".

Obviamente, a nadie le gustaba ser sepultado por un crítico que no leía los libros completos, y que llegaba a ser tan ácido como para declarar, por ejemplo, en un comentario sobre la novela "Hay que matar al asesino": "Al llegar a la página cincuenta uno llega a la conclusión de que hay que matar al autor".

Alone en la batalla política: el crítico se transforma en activista

Hemos visto cómo Alone era un personaje hedonista, que situaba al placer como el motor de sus acciones, y cómo este hedonismo se reflejaba en su trabajo. También sabemos que Alone se mantuvo por sobre la contienda política y que nunca fue militante de un partido, a pesar de sus ideas derechistas.

Dentro de sus variados artículos, tuvieron cabida las críticas a los poderes públicos, la defensa de las libertades y las burlas a la burocracia estatal, pero muy rara vez fueron crónicas directamente políticas. Sin embargo, a partir de 1963 comenzó a escribir, primero en “El Mercurio” y luego en la revista “PEC”, artículos motivados por la profunda inquietud que le producían las reformas sociales de la época. Este período de su vida y obra me parece importante como testimonio de que Alone no fue al menos no completamente el personaje atemporal, indiferente e individualista que aparentaba.

La historia es conocida. En 1964 el demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva llegó a la presidencia de Chile, apoyado por su partido y por gran parte de los conservadores y liberales, quienes veían en este candidato un "mal menor" frente a la amenaza socialista de Salvador Allende. El programa de Frei había sido ampliamente difundido en la campaña presidencial. Sus pilares eran la Reforma Agraria, la Promoción Popular, la Chilenización del Cobre, la construcción de sesenta mil viviendas anuales, la concesión del derecho a voto a los analfabetos y la Reforma Educacional.

Todo esto, que se resume en la histórica frase "La revolución en libertad", para la extrema Izquierda eran meras iniciativas reformistas, pero para la Derecha tenían un evidente carácter socialista. Y para Alone eran bastante más de lo que su tradicional indiferencia frente a la política contingente podía soportar.

La Reforma Agraria, como a la mayoría de la Derecha, lo tocaba directamente por su vinculación ancestral a la tierra, aunque eso fuera más un sentimiento que una vinculación real. Era como si se invirtiera lo que él consideraba el orden sustancial y lógico de las cosas, y por eso agarró su pluma y comenzó a despotricar contra los políticos y especialmente contra la Iglesia como la promotora de estas reformas mediante su Doctrina Social.

Aquí hay un ejemplo de 1968: "La impresión que Chile produce actualmente es que no hay gobierno. Falta el resorte principal de la máquina de don Diego (Portales). El Presidente de la República habla, pero no gobierna. M. Jacques Chonchol tiene más poder. Y en torno suyo, el joven Ambrosio desafía la lógica, dentro de un grupo fuerte, que desafía al país, insistiendo en arruinarlo con la Reforma Agraria. Un enjambre de activas langostas llamadas inspectores, asesores, técnicos, promotores, jefes y subalternos magníficamente pagados, sangran el Presupuesto inflando los gastos y cegando las entradas... Desde otro ángulo, el Cardenal-Arzobispo Silva Henríquez, destinado por la investidura a sostener la autoridad inmaterial, la socava metódicamente y, en vez de reunir a sus fieles, los divide y dispersa. Más adentro, en las entrañas, la fabulosa Compañía de Jesús sigue una línea tal que evoca al Anti-Cristo, prepara el Juicio Final y sólo le falta, acaso porque no han llegado aun los tiempos, empuñar la trompeta apocalíptica".

En varios artículos subraya la nefasta relación entre la Iglesia y la izquierda, atribuyendo a esta relación todos los males de la jerarquía eclesiástica: "En la puerta del palacio arzobispal de la Plaza de Armas se vende una revista llamada Pastoral Popular, donde un sacerdote rojo español ensalza el régimen de Fidel Castro en Cuba y celebra al Padre Torres, el guerrillero de Colombia.".

El momento económico le parecía casi apocalíptico, como se nota en estas frases: "La seguridad, base del negocio agrícola, ha desaparecido. A las incertidumbres del mal tiempo y las malas cosechas, a las sequías y las lluvias extemporáneas, a las pestes de los cereales y las epidemias del ganado, se ha unido esta otra peste, esa otra amenaza, esa nueva incertidumbre de la expropiación repentina, creada por ley".

Estas ideas provenían de un convencimiento casi filosófico de Alone: el de la igualdad como anti-razón y anti-naturaleza: "La igualdad... ¿de dónde viene? No ciertamente de la razón ni del espectáculo de la naturaleza... Todos los órdenes de la vida material la repugnan, los animales como los vegetales, hasta la tierra, las aguas y los vientos crearían con ella la inamovilidad y la muerte si se estableciera y lograra triunfar". Por eso abogaba por una forma social en la que se reconocieran los derechos de la persona, podados del exceso de individualismo, y se consideraran a la vez los derechos del estado, pero sin los yerros del socialismo. Así se explica su apasionada admiración por Portales como máximo representante de la Autoridad, la Energía y el Orden.

Es significativo que estas ideas ya estaban presentes en sus declaraciones de 1943 cuando, sin vacilación, anunciaba: "Chile va por un plano inclinado violento hacia la extrema izquierda, hacia el comunismo... La tiranía política, social, económica y de todo orden que se atribuye a la Derecha, antaño dominante, la ejercerá la Izquierda, que no encontrará ningún obstáculo para desposeer a los poseedores e instalar, velada o abiertamente, la dictadura del proletariado. El Estado con sus organismos fiscales y semifiscales, marcha con paso de vencedor a absorber la propiedad privada y dirigir imperativamente la agricultura, las industrias, el comercio, todo".

Este pensamiento es producto de una visión de pesimismo general que tuvo Alone respecto a su tiempo y, particularmente, de la modernidad. Escribió algunas crónicas, por ejemplo, contra el teléfono y su invasión a la intimidad, y ya en 1929 afirmaba: "No me gustan la acción, el trabajo, el placer agitado, la bulla de la gente y de las calles". El futuro tampoco lo atisbaba mejor: "Dadas las cosas como van, el progreso de la civilización, considero que sería mejor su extinción. El hombre es un ser equivocado, un error de la naturaleza. Piense usted que cada paso que avanza en la conquista de la dicha se siente más desgraciado".

Con todo lo dicho sobre su ideología, queda claro que su modelo económico preferido era el liberal manchesteriano. Por eso, al regreso de un viaje de Radomiro Tomic a los Estados Unidos, Alone escribió: "Su triunfo (el de EE.UU.) en la producción y en los negocios debe atribuirse, por tanto, sin lugar a dudas, al sistema que aplica, o sea, al régimen capitalista, a sus empresas libres. Todo ello debió verlo, meditarlo y entenderlo perfectamente el señor Tomic, hombre inteligente y capacísimo para apreciar las realidades prácticas. Razonando con lógica abstracta, el Sr.Tomic debería haber vuelto a Chile partidario fervoroso de enriquecernos mediante ese método que se ha demostrado victorioso. Pero el es político, no le interesa enriquecernos, sino dominarnos".

Todo este período de escritos políticos de Alone fueron recopilados por el diplomático y escritor Sergio Fernández Larraín en el libro "Batalla política de Alone". Otra incursión del crítico en el tema fue, aunque más anecdótica, su viaje a España para entrevistarse con Franco y presionar en favor de la liberación de presos políticos y de la amnistía a los exiliados republicanos, causa que compartía con varios intelectuales, pero el desenlace de este episodio indica que su convicción no era muy profunda. Fracasó en su misión y tuvo problemas y desencuentros desde que llegó al aeropuerto. Volvió convertido en un ultrafranquista y declarando que un régimen de ese tipo era el que le convenía a Chile.

Por eso, en 1973 se sintió satisfecho con el golpe militar. Del presidente Salvador Allende y de la época de la Unidad Popular había dicho, irónicamente: "¡Viva Allende caramba! Que siga emitiendo papeles el antipapelero, que extinga totalmente la autoridad de la UP el antitotalitario, que el incorruptible deje a la corrupción invadir las capas administrativas, que sigan sus órdenes de aumentar la producción agrícola e industrial dejando vacíos los almacenes de alimentos y de artefactos y que continúe, con una venda en los ojos, creyendo todo ese proceso irreversible. ¡Viva nuestro Salvador!" .

Con todo, nuevamente se aprecia la paradoja de nuestro Hernán: al implacable juez también le importaba su entorno.

Lo que dejó el verdugo de la objetividad

Con justa razón alguien o todos puede preguntarse cuál es el valor real de esta forma tan personal de ejercer la crítica, por qué el público siguió y premió la arrogancia de Alone y, en consecuencia, que queda hoy de la obra de Hernán. Intentaré una explicación basada en tres puntos: el momento de la crítica literaria en que apareció Alone, su visión de vanguardia respecto a algunos autores, y el estilo de su prosa.

Hernán Díaz: antes y después de un sacerdote

En Chile, durante los primeros años del siglo XX, la crítica se caracterizó por ser más bien ocasional y esporádica. Hubo nombres importantísimos que la ejercieron desde las páginas de "El Araucano" con las notas de Andrés Bello, como los hermanos Amunátegui y Pedro Nolasco, pero el género crítico no tuvo periodicidad hasta 1906, fecha en que comenzaron a publicarse los artículos de Omer Emeth, seudónimo del sacerdote Emilio Vaisse, con los cuales la crítica se modernizó y se volvió conceptual, sistemática y masiva. El organizó, desde su puesto en "El Mercurio", una cátedra semanal sobre literatura.

Omer Emeth fue admirado por Alone, quien se sintió honrado por seguir los pasos de este maestro: "Es preciso haber conocido la vida literaria en Chile antes y después de Omer Emeth para advertir hasta qué altura se levantó rápidamente su autoridad y a qué sectores lejanos se hizo extensiva. Su aparición señala una etapa y marca un límite no sólo entre los entendidos ¾ que nunca los ha habido completos en el país ¾ sino, principalmente, en la vasta masa lectora, entre la juventud ansiosa de guía y a los ojos de todos los que buscaban y querían aprender... Gracias a Omer Emeth, hubo en este país un centro de autoridad literaria permanente al cual convergían, con o sin voluntad, las miradas de todos; y la profesión de escribir, antes considerada un ejercicio fútil, propio de gente ociosa, teñida aún de la bohemia romántica, adquirió carta de ciudadanía y pudo hacerse respetable ante el hombre de la calle, el negociante, el político, el deportista, el simple mundano, todos aquellos para quienes la cultura empieza y termina en la lectura del periódico".

Es decir, cuando Alone entró en la escena literaria, la crítica estaba recién comenzando. A mi juicio, ésta es la primera razón que explica el papel fundamental que tuvo el crítico, tanto para el público como para la historia de la literatura. Si con Omer Emeth la crítica se masificó y sistematizó, con Alone se popularizó. El público no estaba acostumbrado a las polémicas ni a las autoridades literarias.

Sus contemporáneos en la crítica fueron Ricardo Latcham y Raúl Silva Castro, y más tarde Luis Sánchez Latorre y Roque Esteban Scarpa. De los que le siguieron el más importante es Ignacio Valente, otro sacerdote. A Alone le causaba mucha risa saber que su nombre quedaría en los libros de historia en medio de dos representantes de su odiada Iglesia.

El eterno francesito

Un segundo punto está en el carácter vanguardista de Alone, pero respecto a esto hay que hacer algunas aclaraciones. Hernán amaba la literatura francesa por sobre todas las cosas; de ella extrajo sus maestros, sus referentes en la crítica y su amor más grande: Marcel Proust. ¿Por qué esta preferencia? Alone la atribuía a la influencia de Shade y Omer Emeth, ambos amantes de las letras galas, en complicidad con su personalidad. Tan bien encajó con los franceses, que decía que su lengua le acomodaba más que el español: "Nuestro noble idioma no ama las complejidades ambiguas, se precipita a los extremos realistas con la picaresca o a las elevaciones apasionadas de la mística, no sin violencia. La lengua española afirma o niega rotundamente, la francesa permite dudar y deslizarse entre dos aguas, con cautela" .

Este amor por los franceses lo llevó a ser extremadamente visionario y vanguardista en su momento con los autores de esa nacionalidad, pero bastante miope con otras literaturas. Desechó, por ejemplo, la obra de españoles, rusos y norteamericanos clásicos y contemporáneos; hasta "El Quijote" le parecía un mal libro, por lo que nunca lo leyó completo.

Proust era la cúspide de las letras para Alone. Decía que era el autor que mejor reflejaba la condición humana y lo consideraba un tesoro inagotable, una reserva de enseñanzas que siempre se renovaba, por lo que leía una y otra vez sus obras, esperaba que se les olvidarán un poco, y las volvía a leer.

Esta devoción explica la visionaria importancia que Alone le atribuyó a la obra fundamental de Proust, "En busca del tiempo perdido". Casi al mismo tiempo de su publicación (la primera entrega de la obra, la trilogía de "Del lado de la casa Swann" fue publicada en 1913 y la última, póstuma, "El tiempo recobrado", en 1927), el crítico la calificó como una de las claves de la modernidad, como de hecho es considerada hoy.

Pero su gusto por los franceses, aunque culminaba en Proust, no se detenía en él. Le gustaban todos, lo que se nota en su "Crónica literaria: la literatura francesa", una antología bastante exhaustiva, en la que incluye nombres como Balzac, Flaubert, André Gide, Sartre, Camus, y algunos vanguardistas como Alain Robbe-Grillet. De todos modos, no se fijaba mucho en los movimientos efímeros que hicieron su aparición en el período de entreguerras, como el surrealismo en Francia y el futurismo en Italia. En época de Breton y Apollinaire, Alone prefería a autores más tradicionales como Mauriac.

También le gustaban algunos ingleses como Óscar Wilde, que citaba a veces en sus artículos, pero tuvo omisiones imperdonables para su época, como no valorar en todas sus dimensiones la obra de Virginia Woolf y especialmente de James Joyce, si se considera que ya en 1922 se levantó la censura en su contra y pudo publicar su "Ulyses", por lo que a Alone le tocó vivir todo el debate en torno al nuevo lenguaje literario inaugurado por Joyce.

Algunos latinoamericanos, como García Márquez, le parecían entretenidos, pero no les atribuía mayor trascendencia. Algo parecido ocurría con los rusos y norteamericanos, que alguna vez tuvieron espacio en sus crónicas pero sólo por autores aislados, como Tolstoi, Truman Capote o Carson McCullers. Para Alone, sólo los franceses escribían prosa inmortal, y por eso se mantuvo ajeno a las modas literarias de otras naciones, como la de la célebre generación "beat" en EE.UU. Su obsesión francesa no le permitió ver estos movimientos, pero sí tuvo una reconocida visión en el caso de las letras galas.

La renovación intelectual en Chile

Con los chilenos le pasó algo parecido. Desde comienzos de siglo empezó a manifestarse una nueva generación de escritores, distinta a la anterior por su procedencia social. Hasta entonces, la escena intelectual chilena había estado dominada por miembros de la elite dirigente que, junto con escribir historia  como Barros Arana o los hermanos Amunátegui o novelas como Alberto Blest Gana eran diplomáticos o ministros, ocupaban algún cargo oficial o vivían de sus fortunas personales. Sus obras eran costumbristas, urbanas, aristócratas y de grandes personajes. Alone, como amante de la aristocracia, dio una tribuna excesiva a estos escritores, y en esa medida, no fue nada de vanguardista. Nadie se explicaba cómo, por ejemplo, dedicada dos domingos a comentar el libro de cualquier autor menor, de novelas familiares, nombres que después no tuvieron ninguna importancia en la historia.

De todos modos, Alone descubrió a otros escritores que sí marcaron una ruptura en su tiempo. Opuesta a la generación anterior, surgió en Chile un grupo de escritores modestos, que habían tenido acceso a la educación pública, aunque subsistió la tendencia aristocrática, con reminiscencias griegas y francesas. El nuevo grupo nada tenía que ver con esta tradición; eran empleados públicos, periodistas o profesores, principalmente. Surgieron como un grupo consciente de su marginalidad social, que, impregnado por el realismo naturalista de Emile Zolá, aspiraba a alejarse del orden burgués y redimir a los pobres, mediante una expresión popular y nacional.

Planteaban la ruptura entre el mundo del arte y el mundo burgués, desde una perspectiva social, lo que se nota por ejemplo en la "Colonia Tolstoyana", un experimento encabezado por Augusto d'Halmar el escritor de mayor influencia en los principios de siglo y Fernando Santiván, cuyo objetivo era irse a vivir a los territorios vírgenes del sur de Chile para trabajar la tierra y educar a los campesinos. Otros nombres importantes fueron los de Baldomero Lillo, Carlos Silva Vildósola, Inés Echeverría, Rafael Maluenda, Mariana Cox-Stüeven, Mariano Latorre y todo el resto que cabe bajo la categoría del Criollismo.

A ellos les siguió el Realismo Crítico, de más universalidad y humor, con Joaquín Edwards Bello, Marcela Paz, Salvador Reyes, Benjamín Subercaseaux, etc. También se destaca el Imaginismo, un intento irracionalista que proclamó la libertad del arte y del hombre frente al objetivismo urbano. En él, de nuevo encontramos a Augusto D'Halmar junto a varios escritores jóvenes como Pedro Prado, quien en 1907 publicó sus versos "Flores del Cardo", muy mal acogidos por la crítica en general, pero destacados por Alone.

Avanzando en el siglo está la Generación del '38 que Alone y Ricardo Latcham bautizaron como "neocriollismo del '40" con Fernando Alegría, Daniel Belmar, Juan Godoy, María Luisa Bombal, Francisco Coloane y otros. Paralelamente están los surrealistas que fundaron la revista “Mandrágora”, en la que colaboraron Braulio Arenas, Gonzalo Rojas y también Vicente Huidobro. La última generación de escritores que a Alone le tocó leer y comentar es la de José Donoso, Enrique Lafourcade, Claudio Giaconi y Jorge Teillier, por nombrar algunos.

Sin embargo, los principales logros del período se dieron en el terreno de la Poesía, con la que la literatura chilena llegó a una cima nunca antes lograda. La época de Alone es la del Creacionismo de Vicente Huidobro, los años en que Gabriela Mistral adquirió una relevancia mundial y recibió el Premio Nobel de Literatura, y el mismo tiempo en que Pablo Neruda escribió sus obras más conocidas: "Residencia en la Tierra" y "Canto General".

En lo literario, igual que en lo humano, a Alone se le acusó de aristocratizante, reaccionario y misántropo, y él declaró sentirse honrado por tales adjetivos, pero sólo como una provocación. Polemizó con muchos escritores como Pablo de Rokha y Mariano Latorre, y con varios miembros de la nueva generación literaria chilena, que lo calificaban de retrógrado, pero esta acusación me parece injusta, porque Alone descubrió y apoyó desde el principio a autores como el ya nombrado Pedro Prado, José Donoso, Jorge Edwards, Jorge Teillier y Pablo Neruda, y en ese sentido fue bastante visionario.

Su polémica "Historia Personal de la Literatura Chilena (Desde don Alonso de Ercilla a Pablo Neruda)" refleja toda su visión de las letras nacionales. En la primera página, Alone hace su declaración de principios: "...esto no se debe a teoría de ninguna clase, sino a simple y subjetiva inclinación, a una razón, también personal. Otros en la historia ven las masas, las corrientes, los imponderables sicológicos; nosotros vemos, ante todo, seres humanos, concretos, que nacen, viven y mueren, también historia personal".

Con ese inicio, queda claro que Alone sólo quería dar cuenta de "su" historia. Eso explica las omisiones que en su época causaron polémica: Augusto Orrego Luco, Salvador Reyes, Roque Esteban Scarpa, Juvencio Ovalle, Miguel Arteche, Marcela Paz. Alone dedica cuatro o cinco líneas a importantes autores como Ricardo A. Latcham y llena páginas y páginas con otros menos importantes, lo que provocó en los círculos intelectuales una repercusión que no se había visto desde "Casa Grande" de Luis Orrego Luco.

Raúl Silva Castro, Ricardo Latchmam, Manuel Vega, Juan de Luigi y otros, polemizaron con el crítico por creer que su "Historia Personal de la Literatura Chilena" no podía considerarse una obra histórica, sino el reflejo del temperamento de Alone por sus omisiones o inclusiones arbitrarias, y de su bello estilo a la hora de escribir.

Más allá de la polémica, la obra es la mejor fuente para conocer las preferencias literarias de Alone. Según él, Augusto d'Halmar es el "primero de una fila que lo obedece y a la cual representa". Decía que de él provienen los imaginistas, los criollistas y los que no encajan en ninguna de esas tendencias. En otras palabras, todos. Por eso Alone lo considera uno de los grandes de las letras nacionales, y lo incluye junto a Pedro Prado, Gabriela Mistral y Pablo Neruda en su libro "Los cuatro grandes de la Literatura Chilena".

Los tres últimos tuvieron una relación estrecha con Alone, mediante cartas y visitas. Pedro Prado siempre le escribía pidiéndole opiniones, tal vez porque era uno de los pocos críticos que valoró su obra tempranamente. El mismo Alone, consciente de su lucidez, dijo: "Sólo una pocas personas miraron con interés, el año novecientos ocho, ciertas 'Flores de cardo', en que un joven poeta proclamaba tranquila y prácticamente su rebeldía contra las leyes fundamentales del jardín. Ni ritmo, ni rima, ni imágenes habituales; todo en desorden aparente, sin música exterior. Entre el pequeño número de entendidos, hubo un callado movimiento de escándalo. Y así se inició la revolución ultramodernista en Chile" . Estas palabras demuestran que Alone no era retrógrado como lo acusaban, y que sí tuvo una visión de crítico.

Gabriela Mistral fue su gran amiga y anfitriona en Nápoles, lo mismo que Neruda en Isla Negra. Su amistad con este último, que describía como la gran figura e influencia de las últimas generaciones, es de verdad significativa, si se considera que Alone era un anticomunista extremo y Neruda un militante.

Respecto a Huidobro, lo consideraba un malabarista del lenguaje antes que un poeta, y lo criticaba (¿o envidiaba?) por ser un niño rico, regalón, y sobrestimado: "Su vida se parece a la de Shelley: alta alcurnia, gran fortuna familiar, amores sucesivos, legales e ilegales, ingenuidad en medio de la audacia, nobleza de corazón en medio del desorden y cierto rayo de genio errante en medio de muchas nieblas". A Pablo de Rokha, en cambio, lo encontraba demasiado visceral: "Sus poemas requieren cierto estado de trance, y puesto en él, Pablo de Rokha tiembla y vomita, como una montaña, repite quinientas veces las misma palabra y saca unas voces de profeta hebreo ebrio" . Fuera de ese trance, le reconocía cierto talento.

Con todo, los chilenos no pudieron superar su amor por los franceses. Incluso un día declaró que si no fuera por su nacionalidad chilena, de nuestras letras sólo habría leído a María Luisa Bombal, Pablo Neruda y Gabriela Mistral. El descubrimiento de escritores rupturistas está limitada por su temperamento, pero aún así fue visionario con algunos nombres.

El valor de una pluma poderosa

Queda por señalar tal vez la razón principal de la influencia de Alone en el público: su pluma. Leyendo las crónicas citadas, se advierte el hábil manejo de las ironías a veces sutiles y a veces manifiestas y un estilo gráfico para escribir que hace liviana y ágil la lectura. Alone prestaba mucha atención a lo último, y por eso se burlaba de los autores excesivamente académicos, como José Ortega y Gasset: "El amaba la pureza y la riqueza del lenguaje, le dolía la indigencia de nuestro vocabulario y anhelaba extenderlo... Nosotros preferíamos la vida: emplear palabras usuales, sencillas, claras, accesibles a cualquiera, giros que no sobresalgan ni detengan la atención, batirse con lo que haya, sin acudir a las reservas del léxico... Si viera pasar por la calle a un hombre caminando como Ortega escribe, seguramente preguntaría qué tiene, qué le pasa, por qué va haciendo tantas figuras" .

Estas cualidades son reconocidas incluso por sus peores detractores, como su sucesor Ignacio Valente quien nunca aceptó la teoría impresionista de la crítica de Alone: "La figura de Alone domina ampliamente el panorama de las letras chilenas de este siglo. Domina por talento, por calidad, por eficacia. Es un hecho que reconocen sus enemigos más enconados (numerosos, como los de todo crítico exigente y sincero): la opinión del grueso público, y por tanto el éxito o fracaso externo de obras y autores dependieron en Chile bien o mal del dictamen de este imprevisible juez. Deben reconocerlo sus propias víctimas y también aquellos escritores que viven denigrándolo, pero que cada domingo acuden a leerlo, quizás con la secreta esperanza de haber merecido su atención... Las crónicas de Alone han hecho época porque son amenas, sutiles, legibles como pocas. ¿Valores secundarios? Sobretodo para los que carecen de ellos. No seré yo, tedioso de mí quien afecte despreciar el difícil, el admirable valor de lo entretenido, penetrante, sabroso, directo, en el género de la crítica. ¡Quién pudiera escribir con esa fluidez!. Yendo al fondo del asunto, diría que Alone ha tenido el mérito de subrayar, en su ejercicio crítico, el peso inevitable del gusto personal, del paladar o de la pupila literaria propia: de la sensibilidad, nunca sustituible por la doctrina o el aparato conceptual genérico... Ha tenido siempre más sensibilidad que rigor intelectual, más sentido del placer que del valor. El placer fue su valor. Buen empirista, redujo la literatura -también la vida- a impresiones sicológicas: exquisitas pero múltiples, fugaces, dispersas, y estas impresiones no llenaron del todo el vacío que dejaba la falta de una idea de la literatura y de un sentido de la existencia" .

Opiniones como ésta se encuentran en una larga lista de escritores y periodistas que sería tedioso enumerar. Braulio Arenas, Edmundo Concha, Hernán del Solar, Roque Esteban Scarpa... todos fueron admiradores de la pluma de Alone y la elogiaron con adjetivos como punzante, apasionada, elegante, sutil, irónica, creativa, perdonándole así su arrogante falta de objetividad.

Las páginas que faltan

Cuando Alone vio la polémica que generó su "Historia personal de la literatura chilena", contestó a sus detractores con un desafío: escribir una mejor. Eso era algo posible entonces; hoy ya no lo es. Al parecer, nadie podrá volver a intentar reconstruir la historia de las letras nacionales en forma completa, ya que el crítico dejó una parte oculta, un pedazo de su vida sitiado por su muerte y por el pudor de quienes lo leyeron. Esas mismas páginas nos hacen falta para terminar de hilvanar su vida y obra. Desde los 16 años Alone se dedicó a escribir sus más privados pensamientos en un diario íntimo, donde guardó una cantidad inmensa de información sobre los literatos nacionales. Hoy el diario está perdido, porque los que lo han leído prefieren que sea así.

Dicen que no se salva nadie, ni su madre ni sus mejores amigos. Que decía una cosa y en el diario escribía otra. Hace unos años el periodista Luis Alberto Ganderats partió en busca del documento, pero no consiguió nada. La sobrina de Alone dice que nunca lo vio; Oscar Boza -su secretario y chofer- recibió el diario como herencia, pero murió hace años; Pedro Ibáñez se lo compró a Boza en una suma considerable, pero ahora está tan enfermo que no puede hablar con nadie. El anticuario René Gaete, vecino y amigo de Boza, es uno de los pocos que pudieron examinar el diario de Alone. Cuenta que está escrito en una veintena de cuadernos y grandes libretas con tapas de hule negro, en los que Alone habló con franqueza extrema de la gente. Según Gaete, Renato García Pica, antiguo Juez de San Miguel, también lo leyó. El aludido dice lo contrario: "No tengo idea sobre ese diario, nada en absoluto" .

En todo caso, aunque alguien se decidiera a hablar, a esta altura no serviría de mucho. Oscar Boza arrancó y rompió muchas páginas del diario mientras lo tuvo en su poder. Dicen que su pudor no pudo resistirlas.

Sin embargo, en la década del 10 algunos trozos, inofensivos, fueron publicados en las revistas "Zig-Zag" y "El Pacífico", que encontré en el sobre Alone del archivo referencias críticas. He incluido algunos al final de este trabajo como forma de profundizar en las ideas de la conclusión.

Conclusión

Como conclusión he querido redondear las ideas principales de este trabajo. Primero: Alone jugó a ser un juez implacable; el público y los escritores se lo creyeron. Pero más allá del personaje que se inventó, fue un hombre lleno de complejos, tímido, que se creó un teórico amor a la soledad para retirarse de la multitud que lo asustaba. De ahí provienen sus citadas paradojas. Segundo: esa timidez y su horror a los colegios -que me recuerda al Antoine Doniel de "Los 400 golpes" de Francois Truffaut- lograron que los libros se convirtieran para él en personas, a las que les conversaba y mimaba. Los libros y la vida no estaban separados, sino que eran una misma cosa.

Todo esto derivó en su famosa crítica impresionista, nacida de la necesidad de Alone de dar cuenta de sus gustos y de sus obsesiones personales. Hernán quería hablar de él, y por eso eligió el oficio de crítico al sentirse un escritor frustrado. A pesar de que su crítica no era académica ni erudita, gozaba de gran inteligencia y de un fino sentido del humor, además de un perfecto y personal estilo.

Creo que la devoción del público hacia Alone derivaba justamente de estas características. Leer las críticas de Alone era leer una obra literaria, igual o mejor que la obra criticada. Y, sobre todo, era leer una lección magistral de cómo el arte y la vida pueden ser una misma cosa, y cómo los libros son una experiencia vital, un encuentro, una parte integrante de la existencia igual que los árboles, los amigos o una sopa caliente.

Esto mismo lo dijo Alone -sin duda con más maestría- en las páginas publicadas de su diario íntimo y en una crónica aparecida el 3 de mayo de 1970 en "El Mercurio".

Bibliografía

Libros

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Conversaciones

* Lafourcade, Enrique, escritor, entrevista realizada el 25 de mayo de 1996.

* Concha, Edmundo, entrevista realizada el 8 de abril de 1996.

El seudónimo utilizado por Hernán Díaz Arrieta, que significa solo, solitario, le fue otorgado por el primer amor de su vida, Shade (sombra), una escritora de cierto abolengo en la clase social chilena. Como un homenaje a ella, lo siguió utilizado.

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