Ho Chi Minh

El nombre de Ho Chi Minh significaba "el que ilumina". Otras veces se llamó Nguyen Ai Quoc, "el Patriota". En su vida utilizó quizá más de cien nombres diferentes, que se superponían al suyo propio de Nguyen Tat Than, para cubrir la larga estela romántica de un revolucionario, de un hombre que cubrió entero el ciclo de la revolución, desde los tiempos De la Internacional Socialista hasta la lucha del Vietnam que dirigió.

Nació el 18 de mayo de 1890, hijo de un médico herborista de Nghe An (un proverbio indochino dice: "Quién nace en Nghe An, estará siempre en la oposición), le gustaba a veces imitar el paso ligero y saltarín de un campesino de las montañas o el gesto servil de un camarero indochino en un restaurante de París.

Fue el último superviviente de los revolucionarios que han agitado el mundo moderno; la larga aventura de su país le había salvado de todos los peligros de la burocratización, de la esclerosis, de la "manía de oficina". Se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada, hacia una serie de movimientos gimnásticos y comenzaba a recibir visitas en el jardín del Palacio, ante una cafetera en la que él mismo colaba el café, frente a unas cajetillas de tabaco norteamericano.

La nicotina amarilleaba su barbita de chivo, que en los días de viento o en el movimiento de las arengas se agitaba como una bandera blanca. Decían que este afán de aire libre, esta necesidad de movimientos, era todavía una especie de compensación a los largos años de celda. En las cárceles de Chiang Kai Chek, los prisioneros fingían pelearse por las noches para que los guardianes los llevasen a las celdas de castigo: eran los únicos sitios donde se podía dormir tumbado, sin necesidad de recostarse en un compañero, que muchas veces, por la mañana, aparecía muerto de extenuación, de hambre.

En 1912, Ho Chi Minh -entonces, todavía, Nguyen Tat Than- emigró de su país como mozo, en un barco francés. Fue un largo viaje de dos años. De puerto en puerto. Esto es, de colonia en colonia: Ho Chi Minh reflexionaba sobre su país y lo comparaba a los países que veía, a Madagascar o a Egipto, al Congo o a Argelia, y maduraba sus ideas revolucionarias.

Para él, el destino proletario mundial estaba unido al de las clases oprimidas en las colonias. Era la época de la disputa por el poder entre Stalin y Trosky, la época en que el problema de las colonias era aún una tesis, un tema de discusión teórica, cuando los marxistas dudaban aún si el imperialismo pretendía en las colonias una ampliación de mercados o una explotación de materias primas.

Sus cuatros años de tocar mundo colonial por los puertos, donde la miseria y la corrupción campeaban, le dejaron, por fin, en tierra firme, en Londres.

Allí tuvo un maestro, no de revolución, sino de cocina. Ho Chi Minh trabajó en el Carlton y ascendió desde las más tétricas profundidades de los grandes hoteles hasta la sección de pastelería, donde el que fue famoso "chef" Escoffier le enseñó un arte de la gastronomía que no olvidaría jamás. Dicen que los "nidos de golondrina" que preparaba él mismo en Hanoi para los más queridos de sus invitados no tenían igual en todo el Lejano Oriente.

Durante sus tres años de Londres, leía y leía, se reunía con compatriotas, con ciudadanos de otros pueblos oprimidos y colonizados. Pero la política estaba en Francia -donde aún había guerra- y Ho Chi Minh se fue a París, donde trabaja como retocador de fotografías ("bellos retratos, bellos marcos, todo por cuarenta y cinco francos", decía el anuncio de quien ya se llamaba Ai Quoc, "el patriota", aparecidos en los periódicos izquierdistas).

En las noches apasionadas de las discusiones en los cafés se le veía con un muchacho alto, robusto. Un estudiante chino que se llamaba Chu En Lai. En la tertulia literaria de una librería de la calle Jemmaspes se codeaba con León Blum, con Marcel Cachin, con Longuet -sobrino de Carlos Marx-. Escuchaba mucho y hablaba poco. Pero hablaba siempre que se trataba del tema de los países coloniales.

Se sabía de memoria una de las tesis de Lenin: "El obrero europeo debe luchar por el derecho de autodeterminación. Debe reivindicar la libertad de separación política de las colonias y las naciones oprimidas".

Ho Chi Minh, que se había vuelto comunista por las palabras de Lineen sobre los pueblos coloniales, y, como más tarde lo diría él mismo, antes que nada por nacionalismo y por patriotismo.

Más tarde escribiría en "L`Humanité", y con sus ideas fundó un periódico agresivo y duro, "El Paria", donde escribirían los dirigentes y los revolucionarios de los países colonizados. Ho Chi Minh se fue a Versalles, donde se discutía el tratado de paz, para pedir al presidente de los Estados Unidos, Wilson, la liberación del Vietnam, que entonces había dejado de llamarse así y estaba dividido por la administración francesa en tres países (Tokin, Annam y Cochinchina). Wilson no le vio jamás, pero se dice que a partir de ese momento algunos agentes estadounidenses entraron en contacto con el joven revolucionario para comenzar a estudiar la posibilidad de desgajar de Francia aquel trozo del Sudeste asiático.

Para Ho Chi Minh, la revolución de su país se había convertido ya en una profesión. La acción comenzaba ya a estar en Asia, en la China de la primavera de 1925, con la huelga general de Cantón. Allí, Borodin, revolucionario profesional, tuvo un hombre de confianza, un conocedor de Asia: Ho Chi Minh, para quien la revolución china no era más que una antesala de la de su país.

Borodin formó una escuela militar. El director era el coronel Chiang Kai Chek, el jefe del departamento político era Chu En Lai. Ho Chi Minh siguió la estela revolucionaria de Chiang Kai Chek, pero en la famosa noche del 3 de abril de 1927, cuando Chiang Kai Chek cambió de cara y se desembarazó de los comunistas en una enorme matanza, Ho Chi Minh consiguió huir y comenzar una nueva carrera revolucionaria en Birmania, en China, en Siam, vestido, unas veces, de monje budista; otras, de campesino, pasando de cárcel en cárcel, de tortura en tortura, volviendo a Moscú unos días para "ponerse al día", regresando a los puntos agudos para organizar huelgas, motines, levantamientos. Mientras tanto, su vida humana proseguía. Escribía poemas, amaba, tenía hijos.

Jefe de Estado

Ho Chi Minh no volvió a su país hasta 1940, veintiocho años después de haber salido de él como mozo de barco. Por fin era "Su" revolución. Ho Chi Mihn luchó en las guerrillas durante los cinco años de la ocupación japonesa y dirigió al mismo tiempo una difícil obra diplomática. Los enemigos de los japoneses eran sus amigos. Podía volver a serlo, temporalmente, Chiang Kai Chek. Lo eran los americanos, los comunistas chinos. Los soviéticos. Lo eran también los franceses, por el momento. De todos obtenía ayuda y con esa ayuda sostenía las guerrillas de lo que iba a ser el Viet Mihn.

Luego, cuando doscientos mil soldados chinos entraron en el Vietnam, Ho Chi Minh continuó la lucha, esta vez con la ayuda de los franceses.

Cuando los chinos se fueron, Ho Chi Minh combatió a los franceses. Esta vez le ayudaban los norteamericanos, los comunistas chinos, los soviéticos. Sus fuerzas ganan la batalla de Dien Bien Fu, y el desenlace fueron los acuerdos de Ginebra, la división del país en dos y la conversión de Ho Chi Mihn, por primera vez, en jefe de Estado.

La vía vietnamita

Dieciocho millones de súbditos le veneraron. Era el "tío Ho". Pero a la guerra contra Francia sucedió la guerra contra los Estados Unidos. Las guerrillas del Sur recibieron su ayuda, los norteamericanos respondieron con los bombardeos de Vietnam del Norte, de Hanoi. Para Ho Chi Minh, según sus interlocutores, no hubo nunca un momento de inquietud.

Desde sus primeras escuelas revolucionarias había sostenido la máxima de que un ejército popular es superior al mejor ejército moderno. Desde el principio de la intervención declaró que los Estados Unidos no son capaces de llevar una guerra larga y sin final previsible. Sus predicciones se cumplieron.

Y Ho Chi Minh pudo mantener una difícil diplomacia: sostenía la "vía vietnamita del comunismo", buscaba las formas de unidad con los jóvenes guerrilleros del Sur, mantenía amistad y distancia con la China comunista y al mismo tiempo con la Unión Soviética, dirigía las negociaciones de París con los Estados Unidos. Y al mismo tiempo, aparecía como la figura revolucionaria que si hubiese vivido cien años habría podido inflamar toda Asia.

Pero la muerte le sorprendió el 2 de septiembre de 1969, para evitarlo.

Fuentes Internet:

http://www.marxists.org/espanol/ho/index.htm

http://www.geocities.com/triunfo00/vietnam/docviet5.htm

http://www.po.org.ar/po/po644/china50a.htm

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