Los mapuche-pehuenche

Nuestros antepasados tenían gran cariño a su tierra, y querían mucho a sus reducciones. Contaban con sus cerros, montes, quebradas, arroyos y con variedades de árboles hermosos, con todos los animales del campo, todos los animales del monte y todo tipo de pájaros. Por todos lados tenían la hermosa vista de sus campos; los hallaban muy bonitos.

Así, apreciando de corazón su tierra, tenían sus buenos campos donde vivían felices, ocupados en sus trabajos, tierra de vida y cantares, tierra de nguillatunes. Por eso no querían entregar su buena tierra a gente extraña. Por tal motivo, cuando llegaron los españoles a esta tierra se enojaron mucho.

Nguillatún mapuche

Desde la llegada de los primeros colonizadores a la zona Sur de Chile, la población indígena Mapuche sometida a la presión y destrucción de los poderosos y extraños cuerpos armados por la "fe católica", lograron resistir casi dos siglos conservando su territorio y la más pura riqueza de sus creencias y mitos.

Los mapuche en Chile representan alrededor del 10% de la población nacional y aproximadamente un 0,5% representa a la población Pehuenche (mapuches que habitan exclusivamente a las orillas del río Biobío en la zona cordillerana de los Andes de la VIII y IX región).

La cultura Pehuenche si bien han sido en un principio de origen Mapuche, se han especializado en la antigua caza del Guanaco (Lama guanicoe) y la recolección de vegetales y piñones habitando en un principio la pre y la cordillera andina entre las VII y X regiones.

Pehuenche en lengua vernácula significa "Gente del Pehuén": Che= Gente y Pehuén= fruto de la Araucaria araucana, árbol milenario de la familia de las Coníferas que habita sobre los 1.000 metros sobre nivel del mar y cuya longevidad se ha calculado sobrepasa los 1.500 años de edad. Es una especie endémica de la zona sur de Chile que sólo logra desarrollarse en climas de tipo estepáricos de altura.

En estas circunstancias, la población Pehuenche mantiene una estrecha relación "mítico-religiosa" con este árbol, ha desarrollado una economía tradicional de subsistencia sobre la base de circuitos nómades estacionales, es decir, habitar terrenos de "invernada" ubicados a orillas de los ríos y esteros para luego trasladarse y mejorando las condiciones, a los lugares de la "veranada" situados en las partes altas de la Cordillera de Los Andes. Este ciclo anual constituye un capítulo "primordial" de su economía: en sus desplazamientos estacionales transportan pertenencias y animales mayoritariamente del tipo caprino y ovino, permaneciendo de 3 hasta 6 meses dependiendo de la cantidad de pastos existentes y las condiciones climáticas.

Con la presencia de bosques de Araucaria que generalmente se sitúan en los terrenos de veranada desarrollan la tradicional actividad de "colectar Piñones" que les significará por un lado alimento para su propio consumo y por el otro como un recurso para la venta o "trueque" por productos o forraje para animales.

En la práctica, ésta es una de las escasas actividades económicas remuneradas que existen en la zona, discutiéndose hoy en día la construcción de 7 centrales de generación hidroeléctrica que afectarían seriamente todas sus actividades y modo de vida y si ésta representa una verdadera alternativa para su desarrollo. Las mujeres por su parte preparan textiles los cuáles son vendidos a los escasos turistas que transitan por el área o son trasladados a los pueblos más cercanos.

En la acción de piñonear participan todos los integrantes de la familia y es realizada por la totalidad de las comunidades indígenas Pehuenche. Los sitios de veranada y la distribución de las "piñoneras" entre los miembros de la comunidad fueron asignados antiguamente al primer descendiente de su linaje y se constituyen bajo el concepto de terrenos de uso "comunitario".

Esta concepción sobre el uso de los recursos va unida a un plan de medicina religiosa que para ellos es insustituible: labores de sanación en el machitún por parte de la machi y sus "ayudantes" y los ritos de oración y sacrificio llamados nguillatun.

Estas actividades de "saneamiento o purificación" en la medicina tradicional indígena a diferencia de la concepción occidental es, precisamente, un acto vinculado a las acciones locales donde el "enfermo" sometido a la acción de los "saneadores" meditan y se manejan en el concepto de "unidad". El machitún es un acto que carece de dimensiones en las esferas sociales y míticas en que éste se desarrolla, es un acto consagrado por los "dueños" de la tierra donde el kultrun, el rewe y el fuego sagrado acompañan a la machi desde la identificación del mal, su exorcización hasta la "aplicación" de las medicinas y adopción de los conocimientos pertenecientes a la enfermedad.

El éxito de la machi en su labor contra los espíritus maléficos evidencia la eficacia de las concepciones religiosas y mitológicas de esta sociedad. La consagración de ésta mujer es caracterizada en un principio por la existencia en "sí" del fileu, un espíritu que mantiene el poder y sabiduría que Dios, chachao ngenechen posee y que ha entregado al pueblo mapuche.

Machitún es un acto colectivo, comunitario, en que el afectado no es una persona sino que puede llegar a ser toda la comunidad. Es por ello que los ritos de purificación van dirigidos también a los familiares los cuales, por cierto, participan activamente con cantos y gritos que ciertamente tienen un alto poder en la eficacia de la sanación: todos están luchando para "limpiar" el cuerpo del wekufe.

Invocando a ngenechen pedirá fuerzas para que entre al cuerpo de la víctima el espíritu que reconocerá el mal y podrá determinar los remedios. La machi friega con hierbas al enfermo a la vez que continúa cantando.

Las plantas medicinales utilizadas son aplicadas en forma homóloga al mal que acongoja al cuerpo. Se han ordenado 65 plantas en: rekutran, wekufetún, kalkutún, kisukutran y kontra-lawen. El rito llega a un climax. El alma de la machi viaja desde el primer piso del rewe hacia la tierra de arriba donde se comunicará con el otro mundo para "aprehender" de la enfermedad, recibiendo de ellos las herramientas y medicamentos necesarios para hacerle frente.

El suelo, la mapu significa para el mapuche la existencia de lo sobrenatural, significa la presencia del hombre inserto en el medio que le rodea. Constituye para ellos los espacios sagrados, el sitio propio donde se llevan a cabo los contratos y alianzas entre ngenechen y los mapuches. Las cualidades de la tierra le brindan beneficios al hombre y mujer y que por su parte, la tierra requiere de sus sacrificios. Esta "propiedad", el suelo que representa al estado Mapuche, significa continuar la identidad como pueblo.

Existen abstracciones del mundo reflejadas en el desarrollo de sus expresiones, confeccionando planes inconscientes (acciones) y consientes (fiestas, ritos) que tipifica el "origen" de las cosas, un principio real que rige para todo ser en el planeta: animales, piedras, agua, cielo, vegetales, insectos: constituyen la vida.

Todos los objetos tienen vida y realizan acciones positivas o negativas. En sí, la machi es la portadora y la que oficia los ritos míticos de existencia, es el agente de salud, la propiciante de música, la adivina. La principal característica de esta mujer es su capacidad de autoinducirse al trance y su identificación con los objetos y símbolos. Su labor es el mero traspaso de los buenos espíritus al enfermo a fin de que el wekufe, el espíritu maligno, abandone su víctima.

El pueblo Pehuenche si bien desarrolla su actividad mística en torno a la Araucaria, depende "medicamente" de la existencia de machi mapuche. Esto no quiere decir que no hayan desarrollado su propio sistema curativo, al contrario, existe esa virtud de comunión, de experiencia y sabiduría.

Los Pehuenche se desenvuelven sobre sus creencias del Pehuén, ya que en él radica el origen y el vigor que caracteriza a esta sociedad. A diferencia de los nguillatunes mapuche, las comunidades Pehuenche en el centro de su cancha, el rewe, colocan una plántula de Araucaria a la cuál le brindan agradecimiento. Los Pehuenche en particular le atribuyen su "nacimiento" como pueblo involucrado ciertamente a la existencia de Araucarias en sus alturas. Le sigue en importancia el sur (willimapu) región a la que se le asocia buena suerte, salud, trabajo como también al buen tiempo. El norte (pikummapu) representa mala suerte ya que se generan allí las tempestades y vientos destructivos que acarrean enfermedades y la muerte. Finalmente el oeste (lafkénmapu) donde según los conocimientos antiguos, residen los espíritus malignos. La "percepción de este espectro" asociado a las creencias en la machi y en el nguillatun se dirigen a la definición que los propios mapuches plantean sobre el mundo: "La tierra mapuche de los cuatro lugares" la cual es protegida por cuatro familias integrados por un dios masculino y otro femenino ancianos y un dios y otra diosa joven cada uno de los cuales resguarda "con su vida" un punto cardinal defendiéndolo de las acciones destructivas de los wekufe. Todos ellos habitan el wenumapu, el panteón mítico.

Para los Pehuenche la Araucaria tiene su dualidad, es hombre y mujer a la vez, es la vida porque de ella se toman los frutos y es la muerte porque sin ella simplemente la existencia se limita. La rogativa se le hace a los "autores" del viento del norte, del sur, a los dueños del agua, etc. Son opuestos irreductibles que arraigan las creencias, "ambivalencias" para los occidentales mundanos. Representan de "su" propia fuente "terrestre" el "conglomerado universal" de los hechos y de la creación; es una "mezcla" de clasificaciones difícil de definir pero que se pueden "identificar" como el desarrollo mitológico entre una y otra esfera espacial: los que residen en la tierra y los que viven en el cielo.