Historia de la vivienda II

Los etruscos

Hacia el siglo X antes de Cristo la península itálica fue invadida por los etruscos, pueblo de misteriosos orígenes. Establecidos primero en la actual Toscana, ocuparon luego, en forma progresiva, Umbría, el Lacio, Campania, el valle del Po, llevando consigo su civilización. Esta llegó a su completo desarrollo después de que los etruscos se hubieron establecido en Italia, alcanzando un nivel menos elevado que el de los pueblos asiáticos, pero sensiblemente superior al de las poblaciones autóctonas.

La religión, basada en el culto de los muertos, ocupaba un lugar muy importante en la vida de los etruscos, quienes construyeron sepulturas extrañamente semejantes a las moradas de los vivos. Pensaban que de esta manera los difuntos aceptarían más fácilmente la privación de la vida terrestre. El cuerpo sacerdotal de los etruscos llegó a ser famoso por su ciencia y sabiduría.

En un comienzo los etruscos vivían en chozas circulares que comprendían una sola pieza y sin más abertura que la de la entrada. Las paredes, de ramas recubiertas de arcilla, sostenían un techo redondeado, con fuerte inclinación a fin de facilitar el deslizamiento de las aguas de lluvia.

Más tarde variaron la forma de la vivienda y los materiales empleados en la construcción; luego de un período en cuyo transcurso se adoptó para la choza la forma oval, con paredes de madera y arcilla, se llegó al plano rectangular. Por último, hacia el siglo V o IV  a. de C., después de haber sufrido nuevas transformaciones, la vivienda etrusca alcanzó su expresión más completa.

La casa de los ricos se apoya sobre una base de piedra (en las de mayor lujo se emplearon el travertino y el peperino ) y tiene un piso superior construido de madera. El techo, inclinado hacia el interior, presenta una ancha abertura llamada cavaedium, a la que corresponde, en el patio central, un estanque destinado a recibir las aguas de las lluvias. En torno a ese patio se encuentran las distintas dependencias; éstas serán tanto más numerosas y vastas cuanto mayor sea la fortuna del propietario.

Bajo el techo, una galería descubierta, adornada con columnas de piedra o de madera, ha sido dispuesta alrededor del cavaedium.

En el exterior, la casa presenta unas pocas aberturas, ubicadas comúnmente en lo alto del edificio; la puerta tiene por lo general forma de trapecio, y está custodiada por perros vigilantes;

En el interior, el techo abovedado de las diferentes piezas y el arco que adorna la puerta de entrada nos muestran el grado de perfección alcanzado por la arquitectura etrusca. Si bien la bóveda había sido empleada por otros pueblos, jamás hasta ahora se había logrado de ella una ejecución tan perfecta.

Los etruscos amaban la vida, el lujo y el confort, y bajo la influencia de los fenicios y de los pueblos de Oriente quisieron que sus casas fueran agradables y cómodas. Por este motivo se dio a cada pieza un destino particular, las paredes fueron decoradas con pinturas y el suelo recubierto de alfombras. Se dispuso en las distintas habitaciones: lechos de bronce o de madera, cofres, escritorios, sillas sin espaldar, sillones, pebeteros, estantes, candelabros, aparadores, mesas de juego con una sola pata y otros objetos que constituían el rico mobiliario de las moradas de aquella época.

Los romanos

Cuando los romanos comenzaron a ocupar un lugar en la historia tomaron numerosos elementos de la cultura etrusca, mucho más avanzada que la suya. En la época de los Siete Reyes y hasta el siglo I a. de C., las viviendas romanas, desprovistas de toda elegancia, reproducían las casas etruscas en sus formas más simples; se limitaban, en efecto, al atriurn con el arca de agua y a algunas habitaciones.

La abertura del techo recibió el nombre de "impluvio", y el estanque que se hallaba debajo de éste se llamó "compluvio".

Con frecuencia el techo estaba sostenido por cuatro columnas de madera. En el atrio se encontraba el hogar (que se usaba, según las ocasiones, para la preparación de los alimentos o la celebración de los sacrificios en honor de las divinidades), y en los primeros tiempos, el lecho. Éste habría de adquirir con el tiempo una gran importancia, puesto que las matronas romanas se instalaban en él durante el día para vigilar cómodamente las tareas de los esclavos. Las habitaciones estaban desprovistas de puertas y, cuanto más, premunidas de tapices o cortinados.

Bajo la influencia de la refinada civilización griega, Roma fue paulatinamente abandonando sus costumbres patriarcales y las moradas ganaron en dimensión y confort.

La casa de Livia, mujer de Octavio Augusto, nos da un acabado ejemplo de lo que eran las viviendas de ese tipo, aunque muchos otros se nos ofrecen en Pompeya, rica y próspera ciudad de comerciantes que fue destruida por una erupción del Vesubio en el ñlo 79 de nuestra era.

Casa alemana estilo gótico

La casa de un comerciante acomodado estaba con­cebida de la siguiente manera: en torno al atrio se disponían las piezas destinadas a la vida en común de la familia y las otras dependencias (la cocina, el horreum o depósito de cereales, el olearium o depósito de aceite, el ergastulum, es decir, el lugar donde se alojaban los esclavos y libertos, etc.). En el atrio, sobre el lado opuesto a la entrada, se hallaba el tablinum (pieza de trabajo, donde generalmente se depobsitaba el cofre que contenía el dinero y demás efectos de valor).

A ambos lados del tablinum dos puertas daban acceso al  al peristyium, inspirado en las casas griegas, y que consistía en un vasto jardín rodeado de un pórtico. Alrededor del peristyium se encontraban los dormitorios (cubicula) , el comedor (triclinium) y las otras dependencias.

Las viviendas urbanas tenían frecuentemente en la planta baja la tienda (taberna), situada a un costado de la ancha puerta que precedía al atrio ( prothyra).

Este tipo de construcción fue muy apreciado por los romanos de la clase rica en la época del Imperio.

Aquellos a quienes la falta de espacio impedía satisfacer en la ciudad sus aspiraciones de lujo se instalaban en el campo, donde se hacían edificar espléndidas viviendas con un vasto desarrollo horizontal. Casi todas éstas terminaban en una terraza (solarium) y estaban rodeadas de amplios jardines. Alrededor del peristyium se disponían asimismo bibliotecas, galerías de cuadros y una sucesión de 6 ó 7 piezas en las que los moradores tomaban baños fríos o calientes y recibían masajes.

Mencionaremos en último término la exedra, sala de recepción lujosamente decorada con mármoles, mo­saicos y frescos.

En la época del Imperio las viviendas de la clase popular sufrieron, bajo ciertos aspectos, una verdadera regresión. El excesivo aumento de la población trajo aparejada la necesidad de construir, no ya pequeñas casas particulares como se había hecho hasta entonces, sino grandes inmuebles  de departamentos que comprendían hasta 7 u 8 pisos.

Estos edificios tenían vastas piezas separadas por medio de tabiques de madera.

Palacio Strozzi, siglo XV

Las casas de departamentos de la burguesía y del pueblo, de las que existen importantes vestigios en antiguas regiones, nos revelan concepciones arquitectónicas asombrosamente modernas. Eran construcciones de 2 ó 3 pisos que correspondían a igual número de departamentos, cada uno de los cuales disponía de una entrada independiente. Todos tenían, sin embargo, en común el patio interior. En la planta baja era frecuente encontrar tiendas. Las casas de Ostia estaban provistas de grandes ventanas que se abrían sobre la calle, característica que las diferencia de las viviendas pompeyanas.

Sabiendo que la vivienda romana sirvió de modelo a casi todos los pueblos del Imperio, resulta interesante estudiar sus modificaciones en virtud de la influencia gálica durante los siglos V y VI. En efecto, el plan fue notablemente simplificado. Se generalizó el uso de la piedra y la madera (menos empleada por los romanos, quienes hasta entonces habían preferido el ladrillo); se agregó un techo con fuerte inclinación, a dos aguas, y con frontón; otras veces, se hizo en forma de casquete. Todos estos elementos confirieron a las casas romanas características muy particulares, y refiriéndose a estas construcciones puede hablarse de un estilo galo-romano.

De las edificaciones galo-romanas derivará la vivienda urbana de la época de Carlomagno, que comprenderá una única y vasta pieza en la planta baja y algunas habitaciones en el primer piso.

En la Galia, como en todas las provincias del Imperio, la caída de Roma provocó una regresión en las costumbres y en la arquitectura

Vivienda de campo inglesa, siglo XV

Se imitaron los modelos antiguos, a menudo simplificados y a veces modificados por los conquistadores o los pueblos vecinos.

Aunque es muy escasa la información que se posee sobre las casas de Bizancio, se supone que éstas ofrecían un aspecto oriental, como el palacio del emperador y los edificios públicos, cuyos elementos altamente decorativos ponen de manifiesto la influencia persa y árabe que ha venido a mezclarse a las reminiscencias de Grecia y Roma.

En Bizancio y en las regiones sometidas directamente a su acción, es decir, Servia, Croacia, Georgia y Armenia, se difundió la costumbre oriental de separar los departamentos de los hombres de los de las mujeres, sistema que no ha sido adoptado en, Roma, donde la mujer era objeto de una gran consideración.

En los países mediterráneos que cayeron bajo el dominio árabe, y sobre todo en España, se encuentra un tipo de vivienda que recuerda la de los conquistadores. Empero, la influencia de éstos sobre las poblaciones no tuvo jamás un carácter general y absoluto como la que ejercieron los romanos en los países vencidos. Un nuevo estilo de vivienda habría de nacer en Europa hacia el siglo XI; el apogeo del mismo coincide con él aniquilamiento del poder feudal.

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Compilación: Profesor en Línea

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