Las ciudades palacio de Mesopotamia

Las primeras ciudades, catalogadas como tales, crecieron en la baja Mesopotamia, área del sur ocupada por los sumerios y acadios, durante el IV milenio antes de nuestra era, el periodo "Uruk final". Durante la mayor parte del III milenio, periodo "Dinástico Inferior", coexistieron numerosas ciudades-estado, que finalmente fueron unificadas por el rey Sargón I de Akkad (región al nordeste de Sumer), en el año 2300 a. C.

Sumer y Akkad no eran países en el sentido moderno del término, sino que estaban formados por varias ciudades-estado, cada una de las cuales constituía una unidad política en sí misma y tenía su propio soberano. Al parecer, en Sumer, la mayor parte de sus habitantes hablaba sumerio, lengua sin parentesco alguno con otras lenguas conocidas. En el norte, la mayoría de los habitantes hablaba acadio, antecesor del babilonio y el asirio, y emparentado con el árabe.

Cada ciudad tenía un dios protector, y sus templos, con grandes almacenes y viviendas, en las que habitaba un importante séquito humano que tenía, además de la función religiosa, la de administración de las grandes propiedades agropecuarias que poseían. La creciente complejidad de los registros del templo dio lugar a las primeras fórmulas escritas; las primeras planchas de arcilla pictográfica, procedentes de Uruk, se remontan al año 3100 a. C.

De forma gradual, se desarrolló una escritura silábica, la literatura sumeria más antigua data del año 2500. Sin embargo, la mayor parte de la población era analfabeta y eran solo los escribas los que, tras un largo periodo de aprendizaje en los templos, escuelas de aprendizaje, dominaban y desarrollaban aquella habilidad. Nosotros debemos a la práctica de la copia de documentos, en tales establecimientos, el conocimiento de las tradiciones de estas primeras ciudades que fueron recogidas en textos acadios posteriores.

La urbanización pronto se extendió hasta el norte, hacia tierras ocupadas por los semitas, la alta Mesopotamia, área de lluvias abundantes. Ciudades como Nínive, y Tepe Gawra, Tutub, Mari en el Eufrates y Susa en la región occidental de Persia, muestran muchas conexiones con las ciudades meridionales.

En lugares más alejados, procesos paralelos de aumento de población y expansión agrícola tuvieron como resultado la aparición de ciudades en el Valle del Nilo, la llanura del Indo y la China septentrional. Al cabo de dos mil años la ciudad era una característica establecida en numerosas regiones de Eurasia, marcando un avance importante ulterior hacia el mundo moderno.

Ur
La ciudad de Ur tenía una población aproximada de 360.000 habitantes.

Al norte de Mesopotamia (Anatolia) y la región de Levante, entre los años 2500 y 1500 a.C., aparecieron varias ciudades estado, en principio colonias de Sumer, que compitieron entre sí por la supremacía económica y política.

Los yacimientos más importantes proceden de las ciudades de Mari y Ebla. En el centro de cada ciudad se alzaba un complejo de palacios y templos rodeados de viviendas privadas.

La ciudad estaba rodeada de murallas de ladrillos de barro o por terraplenes de tierra cocida. Ebla se extendía sobre una superficie de 50 hectáreas y Mari sobre unas 100 Ha.; así como, Hazor y Qatna, en el Levante, abarcaban unas 70 hectáreas.

Se calcula que Hazor tenía una población, en el siglo XVIII a.C., de unos 25.000 habitantes. En Mari y Ebla se encontraron unas 17.000 tablillas de arcilla con datos comerciales y sobre costumbres de la región. Se sabía que el producto de mayor exportación eran los tejidos y que se disponía de grandes cantidades de oro y plata fruto de los tributos de las ciudades menores bajo su dominio.

Se conoció su forma de controlar la extensión de enfermedades, las persecuciones de esclavos evadidos y los impuestos con se gravaban los transportes por el Eufrates. También se supo de la importancia que las mujeres reales tenían en las funciones de administración de palacio que guardaban las llaves de muchos almacenes y tenían poder sobre oficiales destacados y controlaban las actividades de los artesanos que, generalmente, trabajaban fuera de palacio, alcanzando un alto nivel en el trabajo de los metales, la piedra y el marfil.

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