Visión del Universo en la Edad Media

La Edad Media es el periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV.

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Castillos: legado de la Edad Media.

Su comienzo se sitúa tradicionalmente en el 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de Guerra de los Cien Años.

No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas ya que nunca hubo ruptura brusca en el desarrollo cultural de Europa. (Ver: La Edad Media )

A pesar del estancamiento en muchos ámbitos, el surgimiento de las ciudades, la formación de una próspera clase media, las reformas monásticas y el contacto con otras culturas estimularon el desarrollo cultural. Los príncipes y la Iglesia necesitaban de personas instruidas en las leyes y el saber universal.

En el campo de la astronomía, los conocimientos que sobre ella tenían los griegos se trasmitieron hacia el Este a los sirios, indios y árabes después de la caída del Imperio Romano. Los astrónomos árabes recopilaron nuevos catálogos de estrellas en los siglos IX y X y desarrollaron tablas del movimiento planetario. El astrónomo árabe Azarquiel, máxima figura de la escuela astronómica de Toledo del siglo XI, fue el responsable de las Tablas toledanas, que influyeron notablemente en Europa.

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Toledo: Una muestra.

En 1085, año de la conquista de la ciudad de Toledo por el rey Alfonso VI, se inició un movimiento de traducción del árabe al latín, que despertó el interés por la astronomía (entre otras ciencias) en toda Europa.

En la Escuela de Traductores de Toledo se tradujeron las Tablas toledanas y el Almagesto de Tolomeo y, en 1272, se elaboraron las Tablas alfonsíes bajo el patrocinio de Alfonso X, el Sabio; estas tablas sustituyeron a las de Azarquiel en los centros científicos europeos.

Junto a la obra histórica y jurídica, Alfonso X fomentó la traducción de libros astronómicos y astrológicos, en especial de procedencia árabe y judía, traducidos por lo general al latín y de esta lengua al castellano. Entre éstos pueden citarse los Libros del saber de astronomía. La crítica ha aceptado que su labor se redujo, en la mayoría de las ocasiones, a la de organizador, director e inspirador del trabajo.

Los trabajos de investigación y traducción de esta admirable escuela permitieron que obras fundamentales de la antigua cultura griega fueran rescatadas del olvido y trasmitidas a la Europa medieval a través de España. A partir de estas versiones, y gracias a las mismas, España trasmitió a Europa todos aquellos saberes que cubrían campos como la geografía, la astronomía, la cartografía, la filosofía, la teología, la medicina, la aritmética, la astrología o la botánica, entre otros. Esta escuela fue el origen y la base del renacer científico y filosófico de las famosas escuelas de Chartres y, más tarde, de la Sorbona.

Durante la Edad Media, el modelo del Universo admitido era el geocéntrico de Tolomeo y los cuerpos celestes aceptados como planetas en orden creciente de distancias a la Tierra eran: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno.

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Alfonso X, el Sabio.

Este sistema era excesivamente complicado y, a pesar de todo el aparato matemático que se había desarrollado a partir de esta teoría, no era muy útil para predecir las posiciones de los planetas con cierta antelación.

El astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) pensó que los cálculos para determinar las posiciones planetarias se simplificaban notablemente si se consideraba al Sol, en vez de a la Tierra, como centro del Universo. Esto implicaba que los planetas podían girar alrededor del Sol y que la Tierra se comportaba como un planeta más.

Copérnico no sólo lanzó la idea, sino que, además, trabajó sobre el sistema matemático que permitía calcular las posiciones de los planetas, basándose en que éstos giraban alrededor del Sol con movimiento circular uniforme.

Esta concepción del Universo es contraria a la Biblia y a las teorías de Aristóteles , por lo que la mayoría de los contemporáneos de Copérnico sólo la aceptó como un nuevo esquema de trabajo para calcular posiciones y no como una descripción real del Universo. El mismo Copérnico se resistió a publicar su obra De revolutionibus orbium caelestium , que fue publicada póstumamente en 1543.

El astrónomo alemán Johann Kepler (1571-1630), utilizando las precisas medidas de las distancias de los planetas al Sol (sobre todo de Marte) realizadas por Tycho Brahe (1546-1601), llegó a la conclusión de que tales medidas no se adaptaban a una trayectoria circular, por lo que buscó otra curva que se ajustara, y encontró que los datos encajaban para una elipse con el Sol situado en uno de sus focos, estableciendo la que se conoce como primera ley de Kepler:

Los planetas se mueven describiendo órbitas elípticas alrededor del Sol, encontrándose éste en uno de los focos de la elipse, como se ilustrra en la figura.

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Para Kepler esto representaba un enorme dilema, ya que como monje, desmontaba todas las creencias que durante dos mil años se habían establecido y que la Biblia daba como verdad absoluta. Sin embargo, Kepler, prefirió quedarse con la verdad y lo publicó en un libro llamado Astronomía Nova en 1609.

Sobre la materia y el espacio

Aristóteles negaba la existencia de los átomos, el vacío, la infinitud y la pluralidad, así como también la posibilidad de que el espacio existiera independientemente de los cuerpos. La tierra, en el centro del universo, determinaba posiciones fijas e inmóviles: existía el “arriba” y el “abajo” y lugares “naturales” a los que se dirige el movimiento de los cuatro elementos. De manera opuesta, Platón y los atomistas, se manifestaron a favor de una concepción matemática espacial (esto es, independiente de los cuerpos) y además, la existencia de un espacio vacío e infinito.

Primera negación de la física aristotélica: ¿hay puntos fijos en el espacio?

Ejemplo de estas nuevas ideas es por ejemplo el pensamiento de Nicolás de Autrecourt quien aceptó claramente el atomismo, abandonando las formas aristotélicas y afirmó la existencia del vacío. Como consecuencia de la omnipotencia divina, Ockham admitió la pluralidad de los mundos, lo que implica aceptar, consecuentemente, las determinaciones espaciales del universo. Si no hay un centro, ni límites, ni arriba, ni abajo... no hay nada fijo en el espacio. Entonces, el universo también podía crecer de manera tal que era potencialmente infinito.

Segunda negación de la física aristotélica: ¿es posible que sea ejercida una acción a distancia

También comienza a plantearse el problema de la gravitación universal, discutiéndose la tesis aristotélica de “movimiento natural” hacia el “lugar natural”. Si bien estas ideas, continúan siendo hegemónicas, debe destacarse la teoría de campo formulada por Bacon para quien el “lugar natural” es manifestación de una causalidad eficiente en la que opera una fuerza inmaterial que procede de los astros y lo llena todo. Esta formulación contradice el principio aristotélico que afirma que la acción a distancia es imposible, siendo condición necesaria el contacto físico.

Fuentes Internet:

http://www.astromia.com/historia/astromedia.htm

http://www.wikilearning.com/monografia/la_ciencia_en_tiempos_medievales-la_ciencia_en_la_edad_media/10319-1

Otros:

http://usuarios.lycos.es/nemo/edadme.html

http://mundoastronomia.portalmundos.com/la-edad-media-astronomia-a-medias/

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