Sobre Edgar Allan Poe


El siguiente es una artículo periodístico, firmado por Carlos Iturra, publicado en el suplemento Revista de Libros de El Mercurio de Santiago, aparecido el 16 de octubre de 1999.

A 150 años de su misteriosa desaparición

EDGAR ALLAN POE

La pesadilla que soñaba

La vida de Edgar Allan Poe fue breve y desdichada, "si es que la desdicha puede ser breve": cuarenta años que la más lacrimosa teleserie no podría exagerar. Su historia no es de terror, es de terrible tristeza, pero justifica las espléndidas pesadillas que lo caracterizan.

Muchos caminos conducen a él, pero otros alejan. Quizá resulte interesante este par de perspectivas: lo que significó en la literatura de su propio país, y lo que fueron sus relaciones con Europa.

La aparición de Poe en las letras norteamericanas configura una cierta paradoja que cabe exponer de la siguiente manera:

Cuando él nace, prácticamente con el siglo, su mas importante predecesor en el mundo de las letras era el estimulante e ilustrado Benjamín Franklin. Todavía los "Estados" se encontraban en sus comienzos, y representaban para el planeta una perspectiva que era más una esperanza: la tierra de la libertad, de la democracia, de la justicia, de lo razonable, del sentido común. La tierra donde los ideales que la Ilustración había visto bañados en sangre por la Revolución Francesa parecían florecer y fructificar en paz y prosperidad.

Franklin era el ilustrado que podía exhibir Norteamérica como su aporte a la Edad de las Luces, una especie de Leonardo moderno en el que se conjugaban los más variados talentos, con equilibrio, sensatez, confianza en el hombre y en la naturaleza y en la comprensión de la naturaleza por parte del hombre. Muerto diecinueve años antes que Poe, deja una obra tranquilizadora, precisamente luminosa: todo un símbolo de la nueva nación.

Es en Poe donde viene la contrapartida de tan encandilador comienzo, pues Poe es las sombras, lo irracional de las fuerzas ocultas, el temor y el temblor de lo desconocido gobernando la vida y dictando la muerte: el miedo. Un miedo que aparece como antónimo, o antídoto, para el frescor de lo precedente y también para la transparencia de lo contemporáneo: el buen mohicano de Fenimore Cooper, la amable nostalgia de Washington Irving y sus relatos Alhámbricos; la serenidad helénica de Emerson, la libertad casi anárquica de Thoreau. Todos ellos eran la literatura norteamericana —no la teología o filosofia norteamericanas, en las que ya podían encontrarse los espectros de la culpa del mal, del castigo, del dolor— , y en esa literatura como de jardín florido es que aparece esta rara especie o morada o color sangre que es Edgar Allan Poe.

Un aguafiestas. Dice Baudelaire: "He adquirido la convicción de que Poe y su patria no estaban al mismo nivel. Los Estados Unidos son un país gigantesco e infantil, envidioso, naturalmente, del viejo continente. Orgulloso de su desarrollo material, anormal y casi monstruoso, ese recién llegado a la historia tiene una fe ingenua en la omnipotencia de la industria. ¡Tienen allá valor tan grande el dinero y el tiempo!" No sólo su soledad, su afición al alcohol, su falta de familia y de raíces, su crianza de caballero y su falta de títulos y medios para serlo de pleno derecho son lo que descoloca a Poe y lo hacen un fracasado; también lo descoloca el desfase entre el grado de su evolución personal y aquel de la evolución que empezaba recién su país, colosal y pueril.

Pero en Europa, la vieja y cansada Europa, era tiempo de romanticismo desatado, y con ese movimiento el autor de El cuervo encaja mucho mejor que con su entorno inmediato. Lleno de ganas de ser Byron, de ser Shelley, o Keats o Coleridge, a quienes leía acuartelado en ediciones piratas, absorbe del romanticismo inglés y de sus castillos embrujados y cementerios malditos, de sus egos titánicos que quieren empinarse conjuntamente al amor y a la muerte, los rasgos que hacen de él un producto insólito en una tierra nueva.

Así, romántico a la inglesa en un país racionalista, Poe es un segundón para los suyos, pero más tarde un genio para románticos extranjeros: Baudelaire, Mallarmé, los simbolistas, que lo traducen y labran su prestigio con elogios inmortales y aun con imitaciones que en verdad son tributos, coincidencias de estilo, de espíritu.

Borges ha querido explicar la diversa evaluación de Poe en Norteamérica, donde no es mucho más que un buen escritor, y Europa. donde ejerció suprema influencia en poesía, narrativa, incluso crítica. Dice que en otro idioma, el inglés de Poe se desprende de cierta musiquilla banal, de cierta ligera vulgaridad, dejando ver sólo sus fantasmas, el de sí mismo ante todo: un espíritu de dandy acosado por el alcohol, la melancolía, la desgracia, la locura, el fracaso.

Pasado, presente y futuro

La obra de Poe comprende, además de poemas, una novela de aventuras misteriosamente metafísica — Arthur Gordon Pym—, ensayos y cuentos. Él mismo clasificó estos últimos en tres grupos: "arabescos" (de horror), "grotescos" (de humor irónico) y de "raciocinio", conocidos como policiales: Los asesina tos de la calle Morgue, El misterio de Marie Roget.

Su M. Dupin, antepasado en línea recta de sesudos Sherlock Holmes, Poirot y hasta de la "reportera del crimen", fue el primero en desentrañar misterios mediante el solo ejercicio de las facultades mentales: la imaginación le proponía una hipótesis, su razón la barajaba con el cálculo de probabilidades y su observación se limitaba a verificarla. El proceso deductivo, la actividad mental del investigador, constituían la esencia de estos cuentos que fundan la técnica del relato policial y cuya prosa pocos se arrepienten de conocer.

Una prosa que —como Annabel Lee, poema, y como La filosofía de la composición, ensayo— intenta hacer las paces entre el mórbido romanticismo del autor y la aparente, ansiada racionalidad del medio. El juego de imaginación y razón es también el juego entre el romántico de alma y el racionalista cerebral: un alcoholizado de mente brillante, sumergido hasta las pupilas en las ondas tenebrosas de la desesperanza, deseando entenderse con un mundo que se pretende claro, distinto, obediente a las disposiciones lúcidas de la inteligencia ; de lucidez tan diversa a la del delirio.

En los cuentos de terror, tal vez los que más celebridad le han dado, Poe es un maestro que lleva a la cumbre, pasando por la ridiculización, los intentos previos: la novela gótica, en la que Walpole, Mary Shelley, Ann Radcliffe y tantos otros partieron mal el siglo XVII y continuaron peor en sus discípulos del XIX; novela gótica que urdía aventuras sobrenaturales en espacios como el internado en que estudió Poe: torres puntiagudas, pasadizos secretos, monjes desquiciados, cadáveres parlantes, tumbas en las paredes, todo un repertorio de terrores que nunca fue manejado con más auténtico estremecimiento que por Poe.

Así enumera un autor algunos de sus afamados espantos: "Un relato nos lleva a los pavorosos confines de la Casa Usher, donde un joven señor histérico se estímula con la lectura de libros ocultos y se pone a delirar cuando su hermana loca aparece a media noche en la corrupción de la muerte. En otro relato nos encontramos en una pequeña embarcación de madera girando en el fondo de un vórtice gigantesco en medio del océano. En otro cuento compartimos la suerte de un hombre que sufre prolongados ataques de catalepsia y despierta de uno de esos ataques para encontrarse enterrado vivo en la oscuridad y los limites sofocantes de un ataúd. En otro, un marido mata a su esposa, entierra su cuerpo en las piedras de un sótano y es delatado a la policía por los gritos de un gato negro que por casualidad ha quedado encerrado en la tumba con la mujer asesinada. Somos conducidos a Toledo en la época de la Inquisición e introducidos en la celda de una oscura prisión con un hombre sobre el que desciende lentamente desde el techo un péndulo gigantesco cuyo borde es una afilada cuchilla.

El Poe crítico, que ha llegado a estimarse precursor del estructuralismo, tan valioso como el poeta o el narrador, y tanto menos apreciado en esa dimensión, también hace un intento de conciliar opuestos: su poesía naturalmente romántica, que la exaltación y la inspiración ponen en marcha, es explicada por él, de acuerdo a las exigencias de la época, como producto del cálculo racional y la ingeniería lógica: para exponer su filosofia de la composición elige el poema El cuervo, "precisamente porque es el más conocido. Me propongo, desde ya, manifestar claramente que en ningún momento esta composición se debe, ya al azar, ya a la intuición: la obra fue adquiriendo forma gradualmente con la precisión y la consecuencia rígida de un problema matemático". Y empieza a explicar por qué y cómo eligió el largo del poema, por qué ese tema y no otro, por qué el cuervo en vez de un papagayo, por qué la medianoche y por qué un busto de Palas Atenea, por qué el cuervo responde siempre y vuelve a responder "Nunca más" Explicaciones todas, según Borges, posteriores al poema.

La obra de Poe constituye una de las más crueles y desoladoras pesadillas surgidas del arte. Nacido hace 190 años —el 19 de enero de 1809—, murió hace siglo y medio —el 7 de octubre de 1849—.

No se sabe qué fue de sus despojos, pero se sabe que su fama está por todas partes. El que concibió tantas tumbas horribles, hoy tiene al mundo como la suya.

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