DE LA TIERRA A LA LUNA

CAPÍTULO XIII

Visibilidad: cero, pero la Luna tiene un satélite

La onda expansiva y la especie de terremoto que se había producido arrojaron al suelo a todos los presentes.

Los chillidos y el pánico cundieron, pues muchos creyeron que había llegado el fin del mundo.

Toda Florida sintió el terrible sacudimiento hasta el fondo de sus entrañas. Los gases de pólvora, dilatados por el calor, rechazaron con incomparable violencia las capas atmosféricas, y aquel huracán artificial, mil veces más rápido que el de las tormentas, cruzó los aires con bramar de bomba.

Algunas personas resultaron contusionadas. Entre éstas se contaba el ardoroso J. T. Maston, quien, contra los dictados de la más elemental prudencia, se había colocado demasiado cerca de la pieza y fue arrojado a veinte metros de distancia, pasando por sobre las cabezas de los espectadores como una bala.

Los efectos de la repercusión, ayudados por los vientos del Oeste, se sintieron en el Atlántico, a más de trescientas millas de distancia de las costas americanas.

Pasada la confusión de los primeros momentos, los gritos de espanto y los ayes de dolor, los auxilios se organizaron con urgencia y eficacia. Sin transcurrir todavía mucho tiempo, los heridos, los sordos, la muchedumbre entera salió de su estupor y prorrumpió en frenéticos gritos:

—¡Viva Barbicane! ¡Viva Ardán! ¡Viva Nicholl!

Millones de hombres, vueltas las caras hacia el cielo, armados de telescopios, anteojos y gemelos, interrogaban al espacio sin acordarse de sus heridas.

Pero el proyectil ya no se distinguía. El director del Observatorio de Cambridge ocupaba su puesto en las Montañas Rocallosas, para iniciar las observaciones que le habían sido confiadas.

La noticia esperada con tanta impaciencia fue difundida esa misma noche. Cayó como un rayo en los Estados de la Unión, y luego, atravesando el océano, circuló por todos los cables telegráficos del mundo. El proyectil había sido captado por el gigantesco telescopio de Long's Peak.

El director del Observatorio de Cambridge fue quien hizo entrega a la prensa de la nota con las conclusiones científicas del gran experimento:

"El proyectil disparado por el instrumento de artillería llamado "Columbiad", de Stone's Hill ha sido percibido el 12 de diciembre, a las 20 horas y 47 minutos, habiendo entrado la Luna en su último cuarto.

"El proyectil no ha llegado a su objetivo, la Luna. Ha pasado, sin embargo, lo bastante cerca para ser retenido por la atracción lunar.

"Allí, su movimiento rectilíneo se ha convertido en un movimiento circular de una gran rapidez. De hecho, ha entrado a una órbita elíptica alrededor de la Luna, de la cual ha pasado a constituirse en satélite.

"Las características de esta órbita no han podido aún determinarse. No se ha calculado la velocidad de traslación ni la de rotación de la cápsula. Puede estimarse en aproximadamente 5.246 kilómetros la distancia que lo separa de la superficie de Luna.

"En la actualidad se pueden establecer dos hipótesis: la atracción de la Luna prevalecerá al cabo de algún tiempo y arrastrará al proyectil, en cuyo caso los viajeros llegarán al término de su viaje; o el proyectil se mantendrá en una órbita inmutable y gravitará alrededor del disco lunar hasta la consumación de los siglos.

"He aquí lo que las observaciones y cálculos nos dirán finalmente. Por ahora, el único resultado de la tentativa del Club del Cañón ha sido dotar a nuestro sistema solar de un nuevo satélite."

¡Qué desenlace tan inesperado! Para muchos fue como si la naturaleza hubiese querido mofarse de los intentos humanos por violentar los límites planetarios.

Sin embargo, los científicos no podían evitar sentir una secreta satisfacción, a pesar del fracaso: ¡Cuántos misterios podrían ahora ser estudiados a partir de las observaciones futuras sobre la cápsula-proyectil de los infortunados pioneros de la astronáutica! El sólo hecho de que se hubiese construido el gran telescopio de Long's Peak significaba un enriquecimiento para la ciencia de toda la humanidad.

Todavía más: ¿Y si los tres aventureros lograsen idear un sistema para regresar a la Tierra?... ¡Sus observaciones del espacio, sus experiencias fuera de la gravedad terrestre, los cambios orgánicos que habrían experimentado y los descubrimientos que ellos mismos podrían hacer al observar el cosmos desde el sitio tan ventajoso y libre de la opaca atmósfera terrestre... ¿no valdrían más que todos los tesoros de las Mil y Una Noche para la humanidad?

La noticia del Observatorio de Long's Peak provocó en el mundo entero una extraña combinación de asombro y pánico. En verdad, nadie había tomado en cuenta la posibilidad de que no acertaran el cañonazo medio a medio en la faz rotunda de la Luna.

¿Sería posible enviar algún auxilio a los tres heroicos terrestres?

Las posibilidades eran verdaderamente mínimas, casi nulas.

Al salir del planeta, los tres valientes exploradores se habían puesto a sí mismos fuera del apoyo de la Humanidad. Podrían procurarse aire durante un par de meses. Tenían víveres suficientes para un año entero. ¿Y luego?... ¡Todos sabían la respuesta!

Pero, entre todos los seres humanos, había un hombre que se negaba categóricamente a admitir que la situación estuviese más allá de la frontera de la esperanza. Un solo hombre cuya confianza y resolución seguían incólumes. Era el amigo. El pertinaz J.T. Maston, leal, audaz y decidido a todo, lo mismo que Barbicane, Nicholl y Ardán.

Trasladó su hogar a Long's Peak para no perder de vista a sus amigos ni un instante. Y mientras observaba con paciencia infinita el paso de la cápsula sobre la resplandeciente superficie de la Luna, su cerebro no cesaba de trabajar ideando centenares de proyectos sucesivos, que luego tenía que desechar por imposibles. Pero se sentía en comunicación constante con ellos y mantenía la esperanza en volver a ver sus sonrisas sanas, alegres, confiadas...

—Les enviaré cartas y las recibiré de ellos –afirmaba con una seguridad conmovedora–. En cuanto las circunstancias lo permitan, podremos establecer un sistema eficiente de comunicación. Recibiremos sus noticias y les enviaremos las nuestras y también socorros. ¡Ellos son hombres de mucho temple! Llevan consigo el arte, la ciencia y la técnica ¡Ya veremos cómo salimos de este atolladero!

Materias