Pedro de Valdivia

Poco se sabe de sus orígenes.

Algunas versiones históricas indican que el capitán Pedro de Valdivia nació el 1500, en Villa Nueva de La Serena, en Extremadura. Descendía de una familia de "buenos hidalgos", muchos de cuyos antepasados eran hombres de armas. Hijo legítimo del hidalgo portugués Pedro Oncas de Melo e Isabel Gutiérrez de Valdivia, "natural de la Villa de Campanario en Extremadura y de muy noble linaje".

Otras fuentes señalan que nació alrededor del año 1502, en La Serena, aunque no se sabe con certeza en cual villa, pues se señalan a catorce como posibles. La más probable parece ser la de Castuera. Tampoco se tienen datos de su familia y, al respecto se mencionan otros dos posibles parentescos: hijo de Diego de Valdivia y de su prima Isabel Gutiérrez, pero como algunos parientes se apellidaban Arias de Melo, de ahí que se crea, y algunos lo afirman, ser hijo de Pedro Arias de Melo.

En 1520, a los dieciocho años, se hizo soldado y sirvió en Italia, bajo el mando del Emperador Carlos V ; combatió en Flandes, a las órdenes de Enrique de Nassau, y en Italia, de Próspero Colona y del Marqués de Pescara. Con Carlos V asistió a la batalla de Pavía, célebre por haberse hecho prisionero en ella al rey de Francia, Francisco I.

En 1525 abandonó la milicia y se casó con Marina Ortiz de Gaete , en Zalamea, Extremadura. De este matrimonio no hubo descendencia.

A comienzos de 1535, alejado del servicio en Europa, se embarcó hacia América y participó en la Conquista de Venezuela. Estando en Santo Domingo, se incorporó a la expedición que la Real Audiencia de esa ciudad envió al Perú, compuesta de cuatrocientos hombres al mando de Diego de Fuenmayor, quien iba en auxilio de Pizarro que se encontraba en difíciles condiciones combatiendo la insurrección de Manco II.

Desde su llegada al Perú sirvió lealmente a Francisco Pizarro y éste lo distinguió con su amistad y protección. En sus diferencias con Almagro, Pedro de Valdivia estuvo siempre al lado de Pizarro, aun cuando más tarde, en las guerras civiles provocadas por Gonzalo Pizarro, se mantuvo como leal súbdito de Su Majestad.

Fue al propio Francisco Pizarro, a la sazón gobernador del Perú, a quien pidió autorización para ir al sur, a Chile, a conquistar dichas tierras. La empresa tendría muchas dificultades, pues el descrédito de las tierras del sur, desanimaba a cualquiera.

Los datos que había recogido sobre el país le habían convencido de que en esas tierras se podía establecer una gran colonia agrícola, que enriquecería a sus compañeros de trabajo si se les manejaba con laboriosidad y esfuerzo. En tal sentido, Pedro de Valdivia se muestra como un visionario de las cualidades del país y de sus posibilidades futuras.

Este conquistador es el primero que ante la Historia de los Descubrimientos y Conquistas españoles aparece desprovisto de esa verdadera fiebre que impulsa a los demás: el oro.

Ningún prestamista quiso adelantarle dinero y los quince mil pesos que pudo reunir para comprar armas y pertrechos se consumieron rápidamente. La empresa peligraba, pero apareció, recién llegado de España, Francisco Martínez de Vergara , comerciante que traía para vender en el Perú esclavos, armas, caballos y vestuario, además de una cantidad de pólvora, tan necesaria para empresas de guerra.

Valdivia lo convenció de que tomara parte en la expedición a Chile, aportando la suma de diez mil pesos en mercaderías, cuyo precio fijó el mismo Martínez. Por su participación el socio recibiría la mitad de cuanto produjera la empresa.

Obtenido el financiamiento, Valdivia tropezó con un obstáculo mayor: nadie quería ir a Chile. Al regresar el adelantado Diego de Almagro desacreditó totalmente el lugar y todos sabían que allí se exponía la vida y ni siquiera había oro. Poco a poco, logró convencer a muchos de lo beneficioso que resultaría el viaje a Chile, así reunió a su lado algunos hombres de temple que lo ayudarían en sus propósitos.

En medio de los esforzados preparativos, apareció en Lima el antiguo secretario de Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz , el cual regresaba de España con una provisión real, nombrándole gobernador de las tierras que descubriera, siempre que ellas no estuvieran comprendidas en las que habían adjudicado a Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y Francisco de Camargo, que había sucedido en sus derechos a Simón de Alcazaba.

Sancho de la Hoz regresaba al Perú arruinado, pero provisto de tal merced real que el gobernador Pizarro estimó prudente asociarlo con Valdivia y Martínez y hacerlo participar en la conquista.

Ante la posibilidad de que una negativa hiciera fracasar los planes, Valdivia y Martínez aceptaron y Sancho de la Hoz convino en aportar dos navíos, doscientas corazas y cincuenta caballos, además de equipar las naves necesarias”

Al cabo de ocho meses de preparativos y sólo con diez hombres dispuestos a seguirlo, en enero de 1540 Valdivia salió del Cuzco con esos diez españoles y unos mil indios que conducían las vituallas y pertrechos.

El camino que tomó fue el mismo que Almagro había recorrido de regreso: Valle de Arequipa, Moquegua, Tacna, Tarapacá. Durante la marcha se le unieron otros aventureros españoles y llegando al oasis de Tarapacá contaba ya con veinticuatro compañeros de aventura.

Las cosas parecían andar bien, pero hubo nuevas dificultades.

Su Cuartel Maestre, Álvar Gómez, murió y su socio Francisco Martínez debió ser trasladado a Arequipa, gravemente herido. En cuanto a Pedro Sancho de la Hoz, no aparecía por ninguna parte. Pero el temple de Valdivia se impuso.

Para suplir las mermas, envió a algunos compañeros hacia diversos puntos para reunir gente. Gracias a esto, pronto se sumaron a Valdivia en la quebrada de Tarapacá muchos conquistadores que andaban dispersos por tierras del altiplano y así fueron de la partida hombres como Juan Bohón, Francisco de Villagra, Gerónimo de Alderete , Pedro de Villagra, Juan Fernández de Alderete, Juan de Ávalos Jufré, Juan de Cuevas, el capellán Rodrigo González de Marmolejo y muchos otros. Pronto, unos ciento diez españoles estaban reunidos en torno al campamento y listos para continuar la marcha.

Cruzando el desierto la expedición se puso en marcha desde Tarapacá hacia Atacama. Desde allí siguieron viaje al sur, por los valles de Copiapó, Huasco, Coquimbo, Limarí, Choapa y Aconcagua. En general, siguió el camino que los incas abrieron para mantener las comunicaciones con las regiones apartadas de su imperio en el sur. Éste corría siguiendo quebradas y valles habitados por comunidades indígenas, que sembraban maíz, chuño, mandioca y otros productos para su alimentación. Los "carneros de la tierra" (llamas) eran abundantes en algunos sitios y los españoles los iban quitando a los indios para usarlos en el transporte de sus cargas. La marcha se hacía lenta debido a la larga columna de indígenas porteadores que, forzados, llevaban sobre sus espaldas los bultos de los conquistadores.

Muchos poblados estaban desiertos. Sus habitantes habían huido y no había víveres de ninguna especie y, lo peor, no había agua. Algunos pozos habían sido cegados y destruidas las pequeñas represas. Esto debido a órdenes del inca Manco para hostilizar a los españoles.

A principios de junio, Valdivia se adelantó hasta San Pedro de Atacama donde se reuniría con Francisco de Aguirre. Allí estaba éste con quince jinetes, y diez arcabuceros y ballesteros. Además había logrado reunir una apreciable cantidad de maíz y forraje para los caballos.

La columna original de Valdivia quedó acampada más atrás, en Atacama la Chica, donde hoy se encuentra Chiu Chiu, y el viaje emprendido por el conquistador hacia Atacama Grande para encontrarse con Aguirre, lo salvó de ser asesinado.

El complot para quitarle la vida lo dirigió el hasta ahora desaparecido Pedro Sancho de la Hoz. Éste, en lugar de reunir en Lima elementos para la expedición, reunió algunos amigos suyos con los cuales se concertó para asesinar a Valdivia. Para ello marchó con Gonzalo de los Ríos tras las huellas de Valdivia y en Arica se concertó con Pedro Sancho, Antonio de Ulloa y Juan de Guzmán. Todos llegarían al campamento de Valdivia y allí, mientras Sancho de la Hoz lo abrazaba en señal de amistad, los otros tres lo apuñalarían por la espalda.

En Atacama la Chica los conjurados alcanzaron la expedición y, en la noche, creyendo entrar en la tienda de Valdivia se introdujeron en la de Bartolomé Díaz . Éste, ignorante de lo que se tramaba, los condujo a la tienda de Valdivia. En la oscuridad no advirtieron que Valdivia no dormía allí, y al acercarse al lecho fueron sorprendidos por la iracunda voz femenina de doña Inés de Suárez , la amiga y amante de don Pedro de Valdivia, quien ocupaba la cama del conquistador en su ausencia.

El campamento se revolucionó con los gritos y pronto acudieron Luis de Toledo y algunos soldados a prestar ayuda a la dama y casi enseguida llegó Pedro Gómez de San Benito quien mandaba en ausencia de Valdivia.

Como se trataba de uno de los socios de la expedición, Gómez no pudo tomar ninguna determinación, pero envió un mensaje a Valdivia. Éste regresó pronto pero disimuló su enojo ante la insurrección de Pedro Sancho de la Hoz. Pensó en colgarlo, pero prefirió obligarlo a mantenerse en la empresa para no despotenciarla. Más tarde firmarían con éste la escritura del 12 de agosto de 1540 que revocaba lo acordado en el Cuzco el 28 de diciembre de 1539, cuando se asociaron.

Después de larga permanencia en Atacama, los expedicionarios continuaron hacia el sur en demanda del valle de Aconcagua, o Chile. Las privaciones continuaron y el desierto agobiaba a hombres y animales. Así llegaron a Copayapo, donde se les reunieron Gonzalo de los Ríos, Alonso de Chinchilla, Juan de Ávalos Jufré, Gaspar de Vergara y otros, con lo cual el número de españoles subió de ciento cincuenta.

De nuevo los apetitos afloraron y Valdivia debió conjurar ahora una conspiración encabezada por Juan Ruiz. Esta vez no lo pensó dos veces y levantando una horca, colgó a Ruiz. Acto seguido, como gobernador del territorio donde se encontraba, tomó posesión plantando el estandarte de S.M. Llamó a esta tierra "Nueva Extremadura" y al Valle de Copiapó lo bautizó como "Valle de la Posesión", designando a sus habitantes como súbditos de su majestad Carlos V. Lo que hoy es Chile comenzaba a sujetarse a la voluntad de su conquistador, don Pedro de Valdivia.

Hasta aquí los indígenas no habían aparecido en actitud realmente belicosa, pero a medida que se avanzaba hacia el valle de Chile numerosas partidas de indios se apostaban en los desfiladeros para atacar a la columna en marcha. Los indígenas yanaconas que acompañaban, huían en la confusión de esos ataques, dejando abandonadas sus cargas o llevándoselas.

Todos los ataques fueron rechazados, pero los españoles perdieron casi toda la carga y muchos caballos, lo cual sí era un desastre.

Después de once meses de penalidades y de aventura, Valdivia y sus hombres llegaban en la tarde del 20 de diciembre de 1540 a orillas del caudaloso río que los indígenas llamaban Mapuchuco (agua de la tierra) y que posteriormente se denominará Mapocho. Frente a ellos, el valle se abría hacia el sur. A la izquierda se erguía un cerro, el hoy San Cristóbal. Desde allí se veía cómo el río, dividido en dos brazos, formaba en el centro una isla muy poblada: ella y los territorios adyacentes eran gobernados por el cacique Michimalonco, representante del inca y quien los hostigara desde que entraron en su territorio.

Instalados en el nuevo campamento al norte del río, se iniciaron los reconocimientos del terreno adyacente. Esos parajes, con clima benigno y soleados en el verano de 1540, parecieron a Valdivia aptos para fundar la nueva ciudad donde pensaba establecerse en Chile.

Así llegó 1541, y el 12 de febrero Valdivia subió a una altura que dominaba el lugar y realizó la ceremonia de rigor que fundada la ciudad del "Apóstol Santiago de la Nueva Extremadura". Nació ese día la capital de Chile lo cual quedó consignado en el libro del Cabildo, y la gobernación en manos de Pedro de Valdivia, teniente de gobernador y capitán general.

La planta definitiva de Santiago tenía la forma de un trapezoide, limitado al oriente por el cerrito de Huelén; al norte por el río Mapocho; al poniente por la chacra de Diego García de Cáceres, hasta lo que es hoy avenida Brasil, y al sur por el brazo del río, el cual al secarse más tarde se llamó Cañada de San Lázaro, la actual Avenida Libertador General Bernardo O'Higgins.

El Alarife Pedro de Gamboa procedió, en seguida, y de acuerdo a las leyes de Indias, a dividir el terreno en manzanas de 138 varas por lado, dejando entre ellas calles de 12 varas. Estas calles cortaron perpendicularmente las manzanas y aun cuando no se les puso nombre aparecen más tarde con curiosas designaciones: calle del Chirimoyo, de las Neverías, de los Trapitos, de los Afanes, del Portugués, de las Ánimas, de las Ramadas, del Sauce. O con el nombre del vecino más conocido: la calle de Mesías, la de Ahumada, etcétera.

Las primeras construcciones fueron chozas con techos de ramas donde habitaron los opulentos señores de la época. Los propietarios de los primeros solares que se distribuyeron alrededor de la Plaza de Armas fueron Pedro de Valdivia, Diego García Cáceres, Pedro Gomes, Pedro de Miranda, Francisco de Aguirre, la Iglesia, Antonio de Pastrana y Alonso de Escobar. Este fue el núcleo principal de la nueva villa y cercano a él se repartieron los demás conquistadores, comenzándose la lenta construcción de las casas que iban a albergar dentro de poco a las familias que se formarían en Chile.

La ciudad de Santiago era un campamento militar y se regía por normas castrenses. Desde luego el toque de queda era rigurosamente respetado y nadie se aventuraba por sus calles en la noche. En caso de emergencia, los vecinos debían reunirse en la Plaza de Armas, recinto cerrado con troncos de árboles plantados en el suelo y asegurados entre sí. A cierta altura corría el camino de ronda por el que circulaban los centinelas que hacían la vigilancia para prevenir una sorpresa.

El 7 de marzo de 1511 Valdivia designó el Cabildo de la ciudad para que en nombre del rey administrase justicia y proveyera y rigiera a los habitantes. Éste quedó constituido por los alcaldes ordinarios Francisco de Aguirre y Juan de Ávalos Jufré; como regidores, Juan Fernández de Alderete, Juan Bohón, Francisco de Villagra, Martín de Solier, Gaspar de Villarroel y Gerónimo de Alderete; procurador fue designado Antonio de Pastrana. El Cabildo a su vez designó por Gobernador y Capitán General a Valdivia, quien no quería aceptar el cargo, aun cuando ya se hablaba de la muerte de Francisco Pizarro a manos de los almagristas. Hacerlo significaba independizar a la Gobernación de la tutela del Perú y un desafío para Francisco Pizarro si éste seguía con vida

Finalmente, Valdivia aceptó y designó en seguida los primeros cargos públicos que tuvo el Chile colonial: Tesorero, Gerónimo de Alderete; Contador, Francisco de Arteaga; Veedor, Juan Fernández de Alderete, y el Factor, Francisco de Aguirre.

Como gobernador, tomó prisionero al cacique Michimalonco y después lo liberó; inició la explotación de los lavaderos de oro de Marga-Marga y la construcción de un buque en Concón. En 1542 repartió el territorio chileno entre sesenta vecinos.

Así quedaba funcionando la ciudad y la empresa comenzada año y medio antes en el Perú daba sus frutos. Pero había algo que preocupaba inmensamente a Valdivia y era la necesidad de mantener una rápida comunicación con el Perú. La vía del desierto era larga y fatigosa, y la del mar, libre y expedita, siempre que se contara con el o los navíos necesarios para efectuar los viajes. El aislamiento no podía prolongarse, más si se consideraba que los indios, capitaneados por Michimalonco, daban señales de insurrección.

Hombre de acción, Valdivia viajó a la costa en busca de un lugar apropiado para la construcción de un barco. Concón fue ese lugar, con un mar apacible y abundantes árboles para la obra, que se inició de inmediato.

Alertado de una conspiración en su contra, retornó a Santiago y dejó en Concón a Gonzalo de los Ríos a cargo del trabajo. Los caciques lugareños, Tangalongo y Chigaimanga, viendo partir a Valdivia, creyeron llegada la ocasión para actuar. Sorprendieron a los españoles, matando a doce castellanos y a todos los indios. Sólo escaparon a gran galope de sus caballos y con heridas, Gonzalo de los Ríos y el negro libre Juan Valiente, al tiempo que los indígenas reducían a cenizas la obra.

En medio de las penurias de los españoles en Chile ya se esbozaba una vida familiar. Algunos españoles tenían como compañeras a mujeres indígenas y vivían con ellas, e incluso algunas esperaban sus primeros hijos. Dentro de la vida familiar que se delineaba, sirvió como enfermera la primera mujer blanca que vino a Chile. Ella era doña Inés de Suárez, amante del gobernador don Pedro de Valdivia y que había hecho el viaje sufriendo todas las penalidades que soportaron los varones. Su entereza y su devoción hacia Valdivia la hacían respetable ante los ojos de los compañeros del conquistador y pronto su temple salió a luz, el 11 de septiembre de 1541.

Hacia el sur, en el valle del Cachapoal, los indígenas desafiaban la presencia europea y Valdivia envío hacia allá a su maestre de Campo, Pero Gómez de Don Benito. En Santiago, Valdivia apresó y luego liberó a Michimalonco, no sin antes obtener de éste información para explotar los lavaderos de oro de Marga-Marga. Temiendo un ataque conjunto de los indígernas sureños apoyando a los guerreros de este último partió, a fines de agosto, a juntarse con los hombres de Pero Gómez con la intención de someter a los insurrectos. En Santiago quedaban 32 jinetes, 18 arcabuceros y 350 yanaconas, bajo las órdenes del capitán Alonso de Monroy.

La noche del 10 al 11 de septiembre de 1541 cerca de diez mil indígenas, encabezados por Michimalonco, asaltaron Santiago. Luego de un cruento combate y de un sitio de más de un día, los indígenas fueron rechazados pero las pérdidas españolas fueron grandes y la ciudad fue incendiada. (Ver Destrucción de Santiago ).

Los nativos sólo huyeron cuando los españoles, guiados en esa acción por Inés de Suárez, les lanzaron las cabezas cercenadas de los caciques que tenían prisioneros e iniciaron una sacrificada ofensiva de caballería.

El 16 regresaba Valdivia del sur, encontrando la mayor desgracia en los habitantes de la ciudad y en situación tan precaria que el espectro del hambre se cernía sobre los vencedores.

Santiago fue reconstruida. Ahora, las casas se hicieron de adobes y se levantó un refugio con torres con troneras. Comenzó así una tenaz lucha por la supervivencia de la colonia. Los servidores indígenas abandonaron a los españoles y éstos debieron soportar una situación crítica durante casi dos años.Debieron sembrar, cultivar, cazar guanacos, cuidar los escasos animales salvados en el desastre y a la vez vigilar día y noche el poblado.

La situación era crítica y Valdivia resolvió, en enero de 1542, enviar a su lugarteniente, Alonso de Monroy con unos pocos hombres, al Perú para conseguir refuerzos y vituallas.

Monroy consiguió su objetivo después de perder a todos sus hombres a manos de los indígenas y de caer él mismo prisionero de ellos. Fue así como en septiembre de 1543 el barco “Santiaguillo” pudo traer desde el Perú armas, pólvora, ropas, y semillas para salvar la existencia de la colonia. Monroy, con setenta hombres reclutados, viajó por tierra y llegó a Santiago días después de arribado el navío.

Con el refuerzo traído por Monroy y las provisiones que trajeron algunos barcos, Valdivia estuvo en condiciones de iniciar el reconocimiento del territorio hacia el Sur, en dirección hacia el Cachapoal y hacia el norte hasta donde más tarde estaría La Serena. Las avanzadas españolas hacia el Cachapoal se vieron obstaculizadas por ataques de los indígenas, debiendo ir en su auxilio el propio gobernador.

Logró tomar los pucarás y albarradas que los naturales habían construido, pero creyendo en sus promesas de paz cayó en una celada y debió retroceder a Santiago. Perseguido por los indios durante su retirada, debió volverse y enfrentarlos y logró luego de una sangrienta refriega vencerlos y escarmentarlos. Los indios, entonces, abandonando sus campos de la región de Cachapoal se retiraron al sur del río Maule.

Los campos de la zona central quedaron desiertos por lo cual Valdivia encargó a Villagra que avanzara hasta el Itata y tratara de conseguir el regreso de los habitantes a sus tierras, con la promesa de que no serían molestados. Los indios de esa región que habían entrado en contacto con la civilización incásica aceptaron regresar y pronto las familias estuvieron en sus tierras labrándolas y haciéndolas producir.

Junto con las exploraciones hacia el sur se iniciaban otras al norte. Valdivia tuvo que luchar contra Michimalonco en el valle de Aconcagua.

Para tener un punto de apoyo entre Santiago y Copiapó Valdivia encargó al capitán Juan Bohón que con treinta españoles fundara una ciudad equidistante de ambas. Bohón luchando contra los indígenas pacificó la comarca del valle de Coquimbo y luego fundó La Serena en los últimos días del año 1544.

Aprovechando la presencia del barco “San Pedro”, cuyo piloto era Juan de Dios Pastene, el gobernador consiguió su apoyo y lo designó teniente de gobernador en el mar y le encomendó el reconocimiento de las costas, al mismo tiempo designó a Valparaíso como puerto estable de la ciudad.

En febrero de 1544 Valdivia emprendió una nueva campaña hacia el sur con sesenta jinetes bien armados y montados, logrando acercarse a las márgenes del Bío-Bío, donde tuvo el primer encuentro violento de importancia con los indios, en la batalla de Quilacura . Por primera vez Valdivia pudo ver a los indios combatiendo en formación, con sus lanzas y flechas. La resistencia que opusieron fue bastante seria y aun cuando los españoles los derrotaron causándoles unas cincuenta bajas, pudieron aquilatar su disciplina y su valor.

De regreso a Santiago, Valdivia debió preocuparse de un grave problema. En los comienzos de 1542 el gobernador había repartido el territorio de su mando, desde Copiapó hasta el Maule, entre sesenta vecinos de Santiago. El reparto de tierras se realizó sin tomar en consideración el número de indígenas que poblaban las distintas regiones, por lo cual resultó que muchos encomenderos no tuvieron los indígenas suficientes para trabajarlas debidamente y sacar de ellas lo necesario para mantenerse. Esta situación produjo descontento en los menos beneficiados, por lo cual el gobernador hizo un nuevo reparto de tierras. Muchos de los antiguos dueños fueron despojados de sus pertenencias, creándose un gran descontento, que originó reclamaciones ante el gobernador, la Audiencia de Lima y el propio rey. La reforma obligó a Valdivia a tomar drásticas medidas para hacerse obedecer y reducir las encomiendas a treinta y dos, con lo cual el número de damnificados fue de diecinueve, pues nueve encomiendas habían caducado.

Aprovechando a los descontentos, Pedro Sancho de la Hoz propició una nueva conspiración. Valdivia debió apresarlo, someterlo a proceso y estuvo a punto de ser ahorcado.

La lejanía en que se encontraba Chile del Perú, hacía que las comunicaciones tardaran demasiado y como los comerciantes que venían de España tocaban primero las costas del virreinato, muy pocas mercaderías lograban alcanzar hasta el puerto de Valparaíso, puerta natural de Chile.

Las noticias que se recibían eran cada vez más contradictorias sobre las luchas civiles que se desarrollaban en el virreinato, pero Valdivia decidió viajar al Perú, donde apoyó al enviado del rey, Pedro de la Gasca, quien se enfrentaba a Gonzalo Pizarro por el poder del virreinato.

El prestigio militar de que Valdivia gozaba entre los soldados del Perú, le allanó el camino hacia la confianza y estimación de La Gasca. Éste se dio cuenta de la lealtad de Valdivia quien, siendo amigo personal de Pizarro, se puso al lado del representante de su majestad.

Artífice del triunfo de La Gasca sobre Pizarro, Valdivia fue nombrado Gobernador de Chile por mandato real. En ese momento inició los preparativos para volver a Chile. Obtuvo barcos, refuerzos y vituallas que requería y emprendió el regreso. Antes de que Valdivia partiera, La Gasca recibía en Lima las numerosas quejas de pobladores de Chile contra la conducta del gobernador. En ellas lo acusaban de diversos cargos, como la decapitación de Pedro Sancho de la Hoz, el robo del oro a algunos encomenderos antes de embarcarse al Perú, expropiación de otros, su licenciosa vida con doña Inés de Suárez estando casado con doña Marina de Gaete, e incluso el atrevimiento de usar el “Don” en circunstancias de que no le correspondía según su grado de nobleza.

En vista de los cargos, La Gasca despachó a Arequipa al general Pedro de Hinojosa con orden de aprehender a Valdivia y conducirlo a Lima. Hinojosa llegó a Arequipa cuando ya Valdivia había partido, por lo cual continuó tras él y lo logró en Sama, doscientos kilómetros al sur de Arequipa.

El 20 de octubre volvía Valdivia a Lima, apresado y sin oponer resistencia. El 29 de noviembre de 1548 el virrey La Gasca lo absolvió y pudo entonces regresar. A principios de abril de 1549, arribó a Valparaíso con su nombramiento de gobernador otorgado por La Gasca, con suficientes poderes del rey.

Preparó una nueva expedición al sur y el 8 de septiembre de 1549, al pasar revista a su tropa, cayó del caballo y se fracturó los dedos del pie derecho y el pulgar de la mano derecha, el que le fue amputado.

Finalmente, la expedición partió en enero de 1550 y se libraron muchas batallas (Ver Andalién ) con los araucanos. El 5 de octubre de 1550 fundó Concepción. También fundó, entre otras, las ciudades de Imperial, Valdivia (febrero de 1552), Villarrica (abril de 1552), y Arauco.

El pueblo araucano sin duda que fue un duro contrincante contra las fuerzas españolas, desbaratando sus tropas. Por ello, Valdivia decidió ir en persona a combatirlos. Al llegar al fuerte de Tucapel , fundado por él, lo encontró completamente destruido. En la batalla que siguió encontraría la muerte.

Lautaro, caudillo mapuche, y sus hombres, se enfrentaron a Valdivia en la batalla de Tucapel, el 26 de diciembre de 1553. El gobernador fue acorralado en un lodazal en el que su caballo se empantanó, fue derribado y despojado de armas y ropa. Se le apresó junto con el cura Bartolomé del Pozo y su ayudante Agustinillo, quien murió descuartizado. Pedro de Valdivia fue derribado de un golpe de macana. Los mapuches le cortaron la cabeza y la clavaron en una pica, cantando victoria. Es probable que siguiendo las reglas del admapu, su corazón fuera arrancado, dividido y devorado.

El historiador Jaime Eyzaguirre describió el aspecto físico y el carácter de Valdivia de la siguiente manera: Mediano de estatura, ancho y robusto de cuerpo, el rostro amable y los cabellos rubios, poseía un talante señorial y varonil y una suficiente ilustración”

Sobre su moralidad agrega: Mezcla de caballero medieval y de sagaz político del Renacimiento, Pedro de Valdivia sobresale en la conquista de América por la serenidad de su espíritu, el temple de su voluntad, la alta visión orientadora de sus pasos y el sentido jurídico y constructivo de su obra. Concibió la empresa de Chile como una tarea en que se enlazaban el ansia de heroísmo y la sed de gloria. Los obstáculos no le amedrentaron. Luchó contra la geografía difícil, contra la traición latente en su hueste y la resistencia bravía de los aborígenes. Sus resoluciones, inflexibles ante la dificultad, no tuvieron el sello de la improvisación, de la venganza o de la crueldad inútil. Supo mandar, perdonar y dirigir, sacrificando a los supremos ideales de la empresa todos los impulsos negativos y bajos de la naturaleza. A la fuerza y al golpe opuso el derecho, y a la anarquía, la disciplina y el sentido jerárquico. Creyó así en superiores normas de convivencia que logró inculcar en la naciente sociedad por él establecida. No le movió en sus actos el afán de codicia o el prurito de mando prepotente. El oro y el poder fueron para él un medio, no un fin. Persiguió, en cambio, con ahínco la fama. Amó la tierra de Chile y sintió el golpe emocional de su paisaje, cuya belleza supo proclamar en sus vigorosas cartas al emperador. No aspiró a volver a España, sino a quedarse en el nuevo suelo y perpetuarse en él para siempre. Captó, él primero, el destino unitario de la tierra y del hombre de Chile, ignorado por los dispersos pueblos indígenas, y echó así las bases de una nueva nacionalidad”.

Fuente:

"Pedro de Valdivia", por Manuel Reyno Gutiérrez, en la Colección "Próceres de Chile", Gran Enciclopedia La Nación

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