Contaminación lumínica

La contaminación lumínica es el brillo o resplandor de luz en el cielo nocturno producido por la reflexión y difusión de luz artificial en los gases y en las partículas del aire por el uso de luminarias inadecuadas o por excesos de iluminación.

El mal apantallamiento de la iluminación de exteriores envía la luz de forma directa hacia el cielo en vez de ser utilizada para iluminar el suelo.

La contaminación lumínica se define técnicamente como la dispersión por la atmósfera de los excedentes de luz que se producen principalmente en las grandes áreas urbanas, normalmente debido a una mala gestión de los sistemas de alumbrado.

Las actuales luminarias y casi toda la red de alumbrados públicos (ya sean las susodichas luminarias, los postes luminosos de las entradas a las urbes, los famosos letreros de neón y todo aquel artefacto que sirve para iluminar la vía pública), están diseñados como norma general, más que por funcionalidad, por estética.

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Luminaria no contaminante.

La luz de estos artefactos, no es dirigida hacia el suelo para poder cumplir su función (que por supuesto es la de iluminar la ciudad y no el cielo) , sino que es dispersada alrededor del foco iluminador, como norma con la misma intensidad hacia el suelo que hacia el cielo. Esto provoca que la luz que ilumina por encima del horizonte no cumpla con su cometido y por consiguiente es lanzada hacia la atmósfera con el consecuente desperdicio energético.

Para hacernos una idea de esta realidad, imaginemos una típica luminaria de estas que son de forma esférica y totalmente transparentes. Pues bien, esa luminaria tiene un desperdicio del cincuenta por ciento de su capacidad de iluminar.

¿Qué significa esto?, significa que si cada una de ellas está encendida un promedio de diez horas diarias y su ampolleta es de cien Watts, tenemos que diariamente estamos desperdiciando cinco Kw de energía.

Si tenemos por ejemplo mil lámparas como esa en una ciudad, ¡estamos desperdiciando cinco mil Kw de energía eléctrica!, por no hablar de otro tipo de lámparas también muy extendidas que son cubiertas parcialmente y que malgastan entre el treinta y el cuarenta por ciento de su capacidad.

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La Tierra de noche
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A título de ejemplo, sólo en la ciudad de Nueva York se desperdicia energía eléctrica por un valor de cerca de veinte millones de dólares al año. Está causa ya se ha convertido en problema grave en las más importantes ciudades de Europa y América y amenaza con ser una epidemia mundial.

Las observaciones astronómicas, se ven seriamente afectadas por este tipo de contaminación. Un observatorio astronómico situado en las inmediaciones de una ciudad ve mermada su capacidad de observación, debido a que su inmediato firmamento está saturado de los excedentes de iluminación que éstas producen.

Los aficionados a la astronomía cada vez deben recorrer distancias más largas con sus equipos a cuestas para poder realizar observaciones de calidad. Aun así el problema persiste, ya que la luz una vez que alcanza el firmamento es esparcida por las partículas y radiaciones contenidas en la atmósfera, con lo que a mayor emisión mayor área se ve afectada y mayor distancia hay que recorrer para poder realizar observaciones astronómicas.

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¿Dónde está la Vía Láctea?

Quizás alguien piense que este problema de la observación no es tan importante como para lanzar las campanas al vuelo, pero si tenemos en cuenta que hay miles de aficionados a la observación astronómica en el mundo, y cada uno de ellos debe invertir dinero para poder desplazarse a zonas menos iluminadas, tenemos otro derroche energético, el cual sumado al propio del desperdicio eléctrico, genera un gasto que bien canalizado podría servir para financiar multitud de proyectos científicos o sociales por parte del excedente en electricidad y por otra, cada persona que ahorrara en combustible, podría invertir sus extras en un equipo más profesional que de seguro contribuiría a ampliar nuestros conocimientos del universo.

Ante esta situación, nuestro mejor aliado es la protesta para hacer conciencia  en todo el mundo de que una mala gestión del alumbrado, no sólo nos impedirá observar el cielo con claridad, sino que esta mala optimización de recursos nos perjudica a todos ya que estamos desperdiciando fondos del sistema público y por tanto esos fondos, que todos pagamos, deben ser optimizados para su utilización en otros bienes de derecho común.

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Luminaria contaminante.

La solución en más sencilla de lo que parece, hay que fabricar sistemas de alumbrado que economicen las emisiones lumínicas y que aprovechen al máximo su poder de iluminación. Por otra parte, los gobiernos y demás instituciones que deban intervenir en la consecución de una ley que regule estas emisiones, deben trabajar en un patrón común que beneficie a todos por igual y que sepa valorar realmente la importancia de este problema.

¿Qué hay que hacer? Recomendaciones prácticas

• Hay que evitar la emisión directa de luz hacia el cielo, cosa que se consigue usando luminarias orientadas en paralelo al horizonte, con ampolletas (bombillas) bien apantalladas y eficientes, de la potencia necesaria para alumbrar el suelo de acuerdo con los criterios de seguridad, pero no más. Es, también, aconsejable emplear con preferencia las luminarias que tengan el vidrio refractor de cerramiento plano y transparente.

• A ello hay que añadir el apagado de alumbrados ornamentales y de grandes espacios exteriores que resultan injustificables a partir de cierta hora. Dichos espacios suelen alumbrarse con potentes proyectores orientados incorrectamente que dispersan mucha luz hacia el cielo y también en direcciones laterales. Si esto se hace, se aprovecha al máximo la energía y se reduce considerablemente el consumo. También hay que remodelar este tipo de alumbrado, cambiando ampolletas, variando su inclinación y utilizando dispositivos que eviten la dispersión de la luz fuera del área a iluminar.

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Antofagasta, Chile, iluminada.

• Existen, además, otros factores de ahorro, como el contratar la tarifa más ventajosa con la compañía eléctrica, tener un buen plan de mantenimiento de las instalaciones, o reducir la potencia instalada, respetando los límites de seguridad, con lo que se alarga la vida de las instalaciones. Existe, además, una poderosa razón que aconseja emprender estas acciones: la inversión económica necesaria para realizarlos se amortiza en menos de dos años con el descenso del consumo. Sorprendentemente, se trata del único problema medioambiental cuya solución no implica inversiones a fondo perdido, sino que genera beneficios.

Ver, además, en Internet:

http://www.iac.es/proyect/otpc/ph/contam.htm