Copihue

El copihue (Lapageria rosea) es una planta perenne, trepadora, de hojas largas y coriáceas (algo duras), follaje color siempre verde profundo. Puede superar una altura de diez metros, originaria del sur del país.

Crece enredada en matorrales y árboles de las zonas húmedas en las cordilleras de la Costa y de los Andes entre Valparaíso y Osorno, especialmente entre Concepción y Temuco.

Las raíces nacen de un pequeño tubérculo, sus tallos son leñosos y duros de color café claro. Su floración es entre marzo y mayo.

Tiene flores que caen como péndulos, en forma de campana, que llegan a medir 15 cm de largo y 10 cm de ancho en su parte inferior.  Los colores varían desde el blanco, el marfil, rosado suave, pasando por el rojo frambuesa hasta el bordó claro, al que los chilenos denominan muy gráficamente sangre de toro.  Siendo mucho más comunes las variedades rojas.

Puede cultivarse en interiores, siempre que no reciba sol fuerte y que se le brinde ventilación adecuada en los días calurosos.

El sustrato debe mantenerse siempre húmedo.  Periódicamente habrá que proporcionarle productos acidificantes ya que creced bien en suelos ácidos.

Las flores se venden en otoño en ramas protegidas con las hojas del helecho, en zonas del sur y  en los mercados de las ciudades principales del país.

Esta flor encantadora constituye un ingreso  real aprovechable para las  innumerables comunidades campesinas pequeñas.

Debe protegerse del ataque de babosas y caracoles, tanto a las plántulas jóvenes como durante el proceso de reproducción.  En el mismo momento, conviene pulverizar con un fungicida ya que los ataques de hongos producen elevada mortandad en las plantas jóvenes.

Necesitan soporte. Lo óptimo serán tutores de madera a los que se aten las guías con rafia suave (nunca con alambre).

Se pueden comer sus flores (en ensaladas) y sus frutos conocidos como pepinos, son realmente dulces por lo que se venden en grandes cantidades en algunos pueblos en el sur.

Las raíces se usan como un suplente de la zarzaparrilla; desgraciadamente estas costumbres  ya están empezando a poner en peligro la especie que, por fortuna, está protegida por ley.

Sólo se pueden comerciar las flores, no las ramas ni sus raíces. Se cultivan numerosas variedades híbridas de gran belleza.

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