Brújula y magnetismo

La brújula es un instrumento muy antiguo, aliado de los navegantes y que ha acompañado al hombre en todas sus aventuras por este planeta. En el siglo VI A.C. se descubrió (por un pastor según cuenta la leyenda) que cierta clase de mineral atraía al hierro. Como fue hallado cerca de la ciudad de Magnesia, en Asia Menor, se llamó piedra de Magnesia y el fenómeno se denominó magnetismo .

Este fenómeno fue estudiado por primera vez por Tales de Mileto . Más adelante se descubrió que si un fragmento de hierro o acero se frotaba con el mineral magnético (imán) quedaba magnetizado (imantado). El término español de imán procede de una palabra latina que significa "piedra dura".

Asimismo, también se descubrió que si se permitía a una aguja magnética girar libremente, siempre señalaría la dirección norte - sur. Se ignora cómo se produjo el descubrimiento, pero los chinos fueron los primeros en percatarse de esa propiedad, así por lo menos se refiere en libros chinos que datan del siglo II.

En 1180, el sabio inglés Alexander Neckam (1157-1217) fue el primer europeo que hizo referencia a esa capacidad del magnetismo para señalar la dirección.

Con el tiempo la aguja magnética se colocó sobre una tarjeta marcada con varias direcciones. Al dispositivo se le dio el nombre de Brújula , palabra que deriva de otra latina que significa " caja ".

En 1576, Robert Norman, un constructor de instrumentos para barcos, escribió sobre lo que él consideró un importante descubrimiento: la misma aguja magnetizada (imantada), que se orientaba siempre al norte magnético.

En esa época, William Gilbert, físico de la reina Isabel I, y contemporáneo de Shakespeare, pasaba muchas de sus horas libres realizando experimentos sobre magnetismo y electricidad estática. En 1600 publicó un tratado reseñando sus descubrimientos.

Mediante imanes pequeñísimos exploró el campo superficial de una esfera de magnetita; trazó en ella las líneas de la componente tangencial de la fuerza magnética, como lo había hecho más de tres siglos antes Petrus Peregrinus (1269), quien vio que esas líneas convergían en dos puntos opuestos, que llamó polos.

Gilbert notó también cómo esos pequeñísimos imanes se inclinaban a diferentes ángulos a diferentes latitudes relativas a esos polos. Recordando el descubrimiento de Norman, su imaginación le permitió salvar las diferencias de escalas e inició la ciencia que hoy llamamos geomagnetismo.

La más antigua consecuencia que se conoce del magnetismo terrestre es la brújula, aparato de gran importancia en la navegación. Esta era conocida y había sido usada por siglos, antes de que Gilbert viera que la causa se encontraba en el interior de la Tierra y no, como muchos habían supuesto, en los cielos.

En la terminología marinera a la brújula se la llama compás (que proviene de una palabra francesa que significa " girar ", así se la conoce en inglés también).

En 1635 Gellibrand mostró que el campo magnético de la Tierra cambiaba lentamente.

Durante el periodo de 1698 a 1700 Edmond Halley realizó el primer estudio magnético en el Océano Atlántico norte y en el sur, produciendo en 1701 la primera carta magnética oceánica. Un año después, basado en muchas observaciones de la dirección de la brújula hechas por otros marinos, publicó la primera carta magnética mundial.

Pero no fue sino hasta 1832 cuando el geomagnetismo alcanza el carácter de ciencia exacta con el gran científico alemán Carl Friedrich Gauss , quien además de mostrar cómo medir la intensidad magnética en unidades absolutas, y establecer en Gotinga, Alemania, el primer observatorio magnético, realizó en 1838 un análisis matemático en el que mostraba que más del 95 por ciento del campo geomagnético se origina en el interior de la Tierra y únicamente el 5 por ciento restante tiene fuentes externas.

Ver:

Magnetismo y fuerza magnética

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