La escritura cuneiforme

Fue un invento del IV milenio, aunque desde hacía tiempo se llevaban registros mediante contadores de arcilla o de hilos, y de fichas dentro de un sobre de arcilla cerrado y marcado con símbolos que indicaban cuál era su contenido.

Los primeros textos era representaciones formadas por números, el avance siguiente fue el de la combinación de números y dibujos de animales. Los desarrollos más importantes tuvieron lugar en Mesopotamia.

La escritura se realizaba grabando en moldes mojados de arcilla, en forma de placas, con la punta de una caña hueca, o estilo, que producía marcas en forma de cuña. Una vez secas, las placas eran muy duras y por eso todavía subsisten, como no ocurrió, en gran medida, con la utilización posterior del papiro.

La escritura pictográfica, en la que cada grafismo correspondía a una sílaba, fue evolucionando y estilizándose. Se conoce la existencia de composiciones literarias desde el año 2400 a.C.

Después del ascenso al poder de Sargón I de Acadia (2300 a.C.), la lengua acadia también comenzó a escribirse empleando escritura cuneiforme.

El sumerio no esta relacionado con ninguna otra lengua, pero el acadio es semítico, como el arameo, el hebreo y el árabe.

El asirio y el babilónico son dialectos del acadio, y durante dos mil años fueron utilizados para registrar todo tipo de cosas en escritura cuneiforme, desde crónicas reales hasta cartas privadas, litigios, poesía y conjuros mágicos, de alguno de los cuales se hacían numerosas copias. También se emplearon otros alfabetos, como el jeroglífico hitita, y el lineal elamita. Pero el predominante fue el cuneiforme con el que los persas grabaron todos sus monumentos.

El alfabeto fonético, con una treintena de signos, fue inventado por los caldeos, alrededor del año 1500 a.C., y tuvo un gran desarrollo en Fenicia (Líbano junto a Palestina), donde se redujo a unas veintidós consonantes; más tarde serían los griegos, tras importar el alfabeto fenicio, los que añadirían las vocales, alrededor del año 800 a.C., quedando configurado el alfabeto precursor del que ha llegado a nuestros días.

Tablilla arcilla
Tablilla de arcilla con un listado de los recursos humanos de un palacio mesopotámico
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Después de las conquistas de Alejandro Magno en Asia, entre los años 333 y 323 a.C., la escritura cuneiforme perdió vigor con la introducción de la escritura alfabética aramea o caldea, que era mucho más cómoda. El último texto cuneiforme data del año 75 d.C. Por su parte, los egipcios importaron la escritura de Mesopotamia, pero la escritura jeroglífica es única y de desarrollo autóctono, las primeras muestras se remontan a mediados del III milenio a.C.

Los pensamientos humanos se anotaron, inicialmente, en tablillas de arcilla. Posteriormente en tablillas de cera

El descubrimiento de la escritura cuneiforme se debe a un alemán de veintisiete años, estudiante de filología dedicado a la docencia, y lo hizo por una apuesta con unos amigos en una noche de francachela.

Georg Friedrich Grotefend (1775-1853), se comprometió a encontrar la clave para descifrar la escritura cuneiforme, basándose en unas malas copias de inscripciones halladas por excavadores en Persépolis.

Afrontó el problema con espíritu juvenil y desenfado y logró lo que los mejores especialistas de la época no habían conseguido. En el año 1802 presentó a la Academia de Ciencias de Gotinga sus primeros resultados que tituló "Artículos para la interpretación de la escritura cuneiforme persopolitana".

Primero comprobó que aquellos signos no eran un adorno, como muchos expertos creían. Luego descubrió que la escritura se realizaba de arriba abajo y de izquierda a derecha. Después identificó la repetición de las supuestas palabras, que al proceder de tumbas de supuestos reyes, deberían contener la palabra "rey" "gran rey" "rey de reyes" "hijo de..." y algún grupo de signos repetitivo que pudieran ser el nombre de algunos de los reyes que los historiadores, desde Heródoto, habían reseñado en sus crónicas.

Así, tras diversas pruebas y tanteos, consiguió descifrar unas doce letras de escritos en los que figuraban el nombre del rey Darío y de su padre, Histaspes, que los griegos escribían, de diversas formas, de acuerdo con la fonética persa de su época.

Rawlison se había apoyado en los primeros estudios de la escritura cuneiforme y en avances posteriores, debidos a la dedicación que muchos científicos europeos prestaron al conocimiento e interpretación de diferentes lenguas muertas y que, también, facilitaron la interpretación de la lengua de los lejanos imperios asirio, babilónico y persa.

Hoy son numerosos los especialistas que pueden leer sin problema la escritura cuneiforme de las tablas de arcilla, en cuyos hallazgos contribuyó de forma importante Paul Emile Botta, durante su descubrimiento de la ciudad de Nínive.

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