Isidora Aguirre

Isidora Aguirre, nacida en 1919, es más conocida en la literatura chilena por su producción teatral. Recién en 1987 incursiona en la novela con "Doy por vivido todo lo soñado". A pesar de ser una novata en este género, Aguirre demostró poseer un don innato en el arte de narrar.

La autora falleció el 25 de febrero de 2011, a la edad de 92 años, cuando se encontraba internada en la Clínica Santa Maria, en Santiago de Chile.

Los aspectos más interesantes de su biografía están plasmados en el siguiente artículo, firmado por Loreto Daza, publicado en la revista "Qué Pasa" cuando aún Isidora Aguirre estaba viva.

Detrás del escenario

Comenzó como un juego de crear cuentos y después se convirtió en su verdadera pasión. La historia de Isidora Aguirre, una de las grandes dramaturgas nacionales, logró dejar más que una huella en el teatro nacional.

Creció entre marionetas e historias ficticias. Siempre como un pasatiempo, pero con los años aquellas creaciones se convertirían en su oficio y en su gran pasión. Para Isidora Aguirre, dramaturga y autora de más de treinta obras estrenadas, le es imposible separar su vida de los altibajos del teatro.

Y es que a lo largo de sus ochenta años, edad que no aparenta, cada una de sus experiencias terminó de alguna forma canalizada en sus obras. Vivió entre pinturas y representaciones artísticas, sin embargo no dejó de sorprenderse cuando su pluma convirtió a la "Pérgola de las Flores" en un gran éxito de taquilla.

“Para mí, la "Pérgola" fue un gran triunfo, pero ya se desprendió de mí hace mucho tiempo. Ahora la "Pérgola" pertenece al público.”

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Con noventa años cumplidos.

Esta niña prodigio, que comenzó a leer y a inventar historias a muy corta edad. Pasó la infancia con sus abuelos maternos, con los Tupper Hunneus, en los años en que los apellidos y la procedencia marcaban grandes diferencias entre las personas. Con ellos, Isidora vivió años de fuertes estímulos para su creatividad.

“Eran tres casas comunicadas por tres grandes patios. En la casa de los abuelos, que estaba siempre llena de gente y en las noches había tertulias, se reunía toda la familia a tejer una alfombra en común”, rememora Nené, como también se la conoce.

Vivían, junto a los cinco hermanos, en esa casona chilena donde sus abuelos habían disfrutado de situaciones con características de fantasía para sus nietos, como las veces en que por los portones que daban a la calle San Pablo entraban las carrozas con la fruta y la verdura.

Entre circos y zarzuela

Cuando Isidora Aguirre llegó al mundo, en 1919, recién nacía la primera compañía profesional chilena de teatro. Bagena-Buhrle montó la obra “Pueblecito”, del chileno Armando Moock. Ese fue el punto de partida para un fuerte movimiento que se estaba gestando tras bambalinas.

Hasta entonces los escenarios chilenos habían sido patrimonio de las compañías extranjeras en gira, principalmente españolas y francesas, que con un criterio de mercado ofrecían teatro a la medida social de los chilenos, básicamente lírica, zarzuela o espectáculo circense.

“Para actuar en aquella época era fundamental tener la pronunciación española, porque si no, no te aceptaban. Incluso a los españoles que llegaron como refugiados al país en los tiempos de la guerra civil en España todavía les preguntaban si eran actores, por lo asociado que estaba el acento con el teatro”, explica Nené.

En los últimos años del siglo XIX y principios del XX el público chileno gustaba principalmente de obras de autores europeos y sólo de algunas con temáticas nacionales. Recién en 1912 una dramaturgia enraizada en lo chileno comenzó a tomar fuerza. El estreno de la obra “Durante la Reconquista” tuvo un rol fundamental en la formación de compañías y un teatro criollo.

Durante la niñez de Isidora, en cambio, la fuerza de lo europeo seguía muy presente en todos los ámbitos artísticos.

“Mi abuela, cuando yo tenía fiebre, recitaba en francés las comedias del tiempo de su juventud cuando hacía obras con sus primos, como se estilaba entonces”.

A su madre, en tanto, le fascinaba pintar, en los años en que todos los estilos pictóricos eran impuestos por Europa. Nené cuenta que su abuela sufría cada vez que su madre iba a estudiar al Bellas Artes, donde podía ver las estatuas desnudas.

“Mi madre pintaba hasta llenar las paredes de los muchos cuartos con sus telas, pero rara vez vendió un cuadro, los cambiaba por mercadería en el almacén del italiano de la esquina, por sombreros que hacían las mellizas Bombal (hermanas de María Luisa, la escritora) o eran regalos de matrimonio o cumpleaños para sus amistades. Incluso, le envió un cuadro de regaló a Gabriela Mistral a Brasil, con quien tenía correspondencia”.

Como si fuera lo natural, Nené Aguirre describe cómo a los cinco años ya debutaba en el Teatro Municipal , con la obra “El aguilucho”².

“No me ponía nerviosa y recuerdo haberlo pasado muy bien haciendo aquellas cosas”. En el colegio Juana de Arco, donde estudió, también se subió a los escenarios. Participaba en las kermeses tocando el piano y la primera vez que tuvo una representación fue en un monólogo. Asegura que entonces no tenía ninguna predisposición para ser actriz, porque su gran fascinación estaba en escribir cuentos.

“Creo que fue a los seis años que escribí un cuento que después empastamos. Se llamaba “Los Anteojos de Pepito” y eran tres páginas con la letra muy grande. No volví a escribir cuentos hasta los quince años, cuando Marta Brunet , amiga de mi madre, me encargó la página infantil de la revista Familia”, explica Isidora en su forma de hablar rápido e intercalando detalles.

La diversión giraba en torno a crear.

“Antes no había televisión ni nada, entonces había que buscar cosas para entretenerse. Los juegos eran bastante teatrales, con nuestros amigos inventábamos historias de bandidos con sables y palos, corriendo por los tejados. Todo era con mucho argumento”, recuerda Nené.

Mientras Isidora Aguirre crecía, la primera guerra mundial había suspendido el flujo de compañías extranjeras, forzando la aparición de los inexistentes grupos nacionales. Así se generó la llamada “época de oro” del teatro criollo, que se extendió hasta finales de los treinta. Fueron tiempos de intensa actividad, donde los montajes se apoyaban en las cualidades de actores autodidactos de gran carisma y arrastre, como Alejandro Flores, Rafael Frontaura y Pedro Sienna. Con especial cariño Nené recuerda las obras de Lucho Córdova que su padre la llevaba a ver en la matiné.

Sin embargo, al terminar el colegio Isidora estaba muy confundida en cómo canalizar sus talentos.

“Escribía, pintaba, tocaba el piano, pero me molestaba hacer de todo un poco, pero nada realmente bien”. Sin embargo, también tenía un gran sentido social, porque durante años, mientras volvía del colegio había visto a niños mendigando en los alrededores de los albergues que se habían establecido en Santiago, para los cesantes que llegaban de las salitreras del norte, luego la crisis de 1929. Supo también de la gran epidemia de tifus exantemático que produjo el hacinamiento y la falta de alimentos entre los ex mineros y sus familias.

Por eso, al salir de la secundaria decidió que quería estudiar servicio social.

“El primer año fui a las poblaciones callampas, quería saber por qué habían tantos pobres. Más tarde, de allí tomé muchos personajes que me parecían valiosos, como el caso de la lavandera y su optimismo, incluida en la obra “Población Esperanza”, que junto a Manuel Rojas escribimos en 1959”, explica Nené.

El humor negro que tienen los pobres también lo aprendió entre ellos. Una de las mejores historias que recuerda en ese sentido, dice Nené, es la de unos mendigos que tiraban piojos a los transeúntes. “Si se los tiraban a alguien elegante decían: ¡ándate en primera! o ¡ándate en segunda!”.

Años de gloria

En 1940, a los 21 años de edad se casó con un español que había salido de Europa, luego de la guerra civil que en 1936 se había desatado en su país. Se fue a vivir al campo. Cinco años después volvió a Santiago.

En esos mismos años el teatro nacional se agotó y comenzó a desintegrarse. De pronto una constante deficiencia a la hora de seleccionar las obras, la crisis económica mundial de 1929 y la llegada del cine sonoro implicaron un decaimiento de la dramaturgia chilena y la reorientación de muchas salas.

La renovación surgió del ámbito universitario con la creación, en 1941, del Teatro Experimental de la Universidad de Chile y en 1943 con el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica.

Tras una década de aprendizaje y actualización, el teatro universitario tuvo su época de gloria entre los años 50 y los 60. El repertorio fue variado e incluyó por primera vez la gama de los clásicos universales y contemporáneos.

La primera obra en ser estrenada, ya en el Teatro Antonio Varas, fue “Fuerte Bulnes”, de María Asunción Requena. Además, a fines de los cuarenta, acogió a una nueva camada de dramaturgos, Jorge Díaz ("Topografía de un desnudo"), Sergio Vodanovic ("Deja que los perros ladren"), Luis Alberto Heiremans ("El tony chico"), Egon Wolf ("Parejas de trapo") y por supuesto, a Isidora Aguirre ("Los que van quedando en el camino").

“Cuando yo comencé a escribir teatro había una diferencia enorme entre el autor, que era autodidacto, y los actores y directores de los teatros universitarios. Estos últimos eran profesionales, en cambio nosotros teníamos que forzarnos mucho. La tónica de los que escribimos en el cincuenta era el rigor”.

Un día cualquiera en 1959, Nené Aguirre recibió una oferta que le cambiaría la vida. “Me propusieron escribir “La Pérgola de las Flores de San Francisco”, una comedia musical”.

La historia transcurría en la primavera de 1940, tiempo en que las calles cercanas a la iglesia de San Francisco estaban ocupadas por puestos de flores de todas las variedades. Entre la ensordecedora gritería de los pregoneros se cierne la amenaza de aquellos que reclaman por su desaparición, porque aseguran algunos que se trata de un foco de perturbación social y al mismo tiempo, de aquellos que buscan modernizar la ciudad con del ensanchamiento de la Alameda.

“Me pidieron a mí escribirla, mientras que Pancho Flores debía crear la música. El aceptó inmediatamente. En cambio yo, tenía muy poca experiencia, no conocía el género ni me gustaban las comedias musicales. Además, estaba embarazada, esperando a mi cuarta hija”.

-¿Cómo la convencieron?
- Pancho (Flores) me tentó. Me dijo que en la comedia anterior “Esta señorita Trini” sus autores habían ganado como dos millones de pesos. Yo estaba sin dinero. El que terminó de convencerme fue Eugenio Dittborn, cuando me aseguró que Eugenio Guzmán iba a dirigir la obra.

-¿Cómo fue el proceso de creación?
-Fue un calvario. Me demoré un año en escribirla y pude hacerlo gracias a los consejos de Eugenio Guzmán, que conocía el género. Estaba embarazada y sólo quería bordar y tejer, pero en vez de eso tenía a todo el elenco detrás de mí. Me iba a la bóveda del correo donde estaban los libros de la municipalidad y así me interioricé de todo lo que había pasado con la pérgola. También hablé con la presidenta de la pérgola y me contó cómo las habían sacado por la fuerza del lugar en el que trabajaban. Iba a La Vega y me sentaba a escuchar lo que conversaban las vendedoras. Una vez incluso me echaron por estar ahí escuchándolas. Entremedio nació mi hija y llegaba Pancho Flores a la clínica para mostrarme la canción que había creado. Me sacaban la guagua del pecho y me ponían una máquina de escribir.

Cuando Eugenio Guzmán finalmente la leyó, tenía 80 páginas y 40 personajes, la plana mayor del Teatro del Ensayo no le comentó nada. “Me acuerdo que me vine llorando de la reunión”. Tras las correcciones quedó en 40 páginas. Fue estrenada en marzo de 1960.

Pero poco después se convertiría en un clásico y en un éxito de taquilla.

La gente se agolpaba para adquirir las entradas y más de medio millón de personas vieron la obra durante su primer año de estreno. En vez de recaudar los dos millones de pesos esperados, llegaron a obtener 40 millones. Entre los grandes actores que encabezaban el elenco de 30 artistas se encontraban Ana González, Silvia Piñeiro, Carmen Barros, Elena Moreno y Fernando Colina.

-¿Cómo se explica el éxito de la Pérgola?
-Por miles de factores. Pero en gran parte porque se trata de una crónica que retrata algo que es nuestro.

-¿Le cambió la vida después de la obra?
-Económica y profesionalmente me ha traído un éxito enorme con el público, pero no con la gente del teatro que siempre trae muchos celos y envidias. Gracias al éxito de la obra pude dedicarme de lleno a la escritura y a dar clases de construcción teatral en la Universidad de Chile y otras academias.

Esperando el estreno

Después de su gran éxito, Isidora Aguirre estuvo algún tiempo sin poder estrenar nuevas obras. Tiempo más tarde escribió “Los papeleros, la dama y el canasto” y “Los que van quedando el camino”. Si bien algunas de ellas han sobrepasado las fronteras -Alemania, España entre otros países- no todas alcanzaron el mismo éxito en Chile.

En los años de la Unidad Popular, Nené Aguirre se dedicó con más fuerza que nunca a las obras con compromiso social. Así masificó el teatro popular y el callejero. Nada más parecido a lo que vendría en los años siguientes, cuando el teatro nacional sufría los vaivenes del acontecer político nacional y de un toque de queda que acabó con la mayor parte de la actividad artística y nocturna.

El teatro independiente, que se veía engrosando con sectores provenientes de las instituciones universitarias, tuvo un rol preponderante después del golpe militar. Aunque algunos grupos debieron disolverse y otros partieron en masa al exilio, el movimiento se reactivó a poco andar, manteniendo algunas características hasta mediados de los 80.

Mientras las salas universitarias se acomodaron a las circunstancias políticas estrenando principalmente clásicos, el mayor sentido de búsqueda y experimentación fue sostenido por los independientes. La crítica social y la contingencia fueron abordadas de soslayo, con metáforas sutiles y la complicidad del público, por una serie de compañías teatrales como Ictus, Imagen, La Feria y el taller de Investigación Teatral. A los dramaturgos existentes se sumó en esos años una nueva promoción, Marco Antonio de la Parra y Juan Radrigán.

En noviembre de 1998, Nené estrenó la obra “Manuel” (narración histórica sobre Manuel Rodríguez) auspiciada por la Fundación Cardoen, en Santa Cruz, San Fernando y Rancagua y luego en el Teatro Cariola.

“Ahora quiero pelear para que se estrenen mis obras históricas que nunca llegaron al público, como “Bolívar y Miranda” y “Diego de Almagro”. No quiero escribir una nueva obra de teatro hasta que se estrenen estas que están esperando”, asegura Nené.

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